Semana 12: Final del Taller de Narrativa

12 son las semanas que hemos estado desenseñando a desaprender cómo se describen las cosas... La esponja de palabras está hasta arriba pero ¡aún tiene capacidad de absorber vuestros últimos relatos!.

Y no olvidarse jamás que NUNCA TE ACOSTARÁS SIN SABER UNA COSA MÁS.

La Casa Nueva

Los padres de Marta decidieron mudarse, después de todo eso sería la mejor solución para la familia. Hacía ya dos semanas que el negocio de su padre Manuel había quebrado, le habían ofrecido otro trabajo pero éste se encontraba a más de 500 km de distancia, esperaron a ver si salía una oferta más cerca, pero el dinero se agotaba muy rápido y no veían otra solución, así que tuvieron que acceder.
Marta no estaba contenta en su nuevo hogar, su habitación era muy pequeña comparada con la de la otra casa, las paredes estaba pintadas de un gris rata muy feo, la cama era muy dura y rasposa y, para colmo, tenía que dormir con sus hermanas Lucy y Carolina. La nueva casa no era nada comparada con su bonito caserón de Nearlen. La casa nueva era muy pequeña para siete personas y estaba modestamente amueblada, solo había tres dormitorios una cocina, un baño y un salón-comedor.
Marta decidió empezar a desempaquetar cajas ayudada por su hermano Samuel, después de un rato desempaquetando cosas que ni siquiera sabían que tenían, Marta decidió que se aburría así que echó a su hermano de la habitación, se tiró en una de las tres incomodas camas y se dispuso a escuchar su música favorita pero por alguna razón su discman no se encendió. Al cabo de un rato pulsando botones Marta dejó de intentarlo “se habrá estropeado durante viaje” pensó, decidió entonces investigar un poco por su nueva casa. A primera vista parecía una casa de esas en las que nunca ha vivido nadie, la típica casa amueblada al estilo de gente de más de sesenta años. Marta pensó que lo mejor sería empezar por el sótano. A pesar de tener 13 años sintió cierto terror cuando abrió la puerta que llevaba a ese oscuro subterráneo, pensó en llamar a alguno de sus hermanos pero por alguna razón empezó a bajar sin compañía alguna. Las escaleras estabas gastadas por los años y las personas que un día pisaron en ellas, Marta bajó y bajo escaleras durante un buen rato, pero parecía que no llegaba a ninguna parte, cuando estaba pensando en subir de nuevo sus pies por fin tocaron el frío y resbaladizo suelo del sótano, hacía mucho frío pero Marta decidió que no subiría otra vez tantos escalones solo para ir a por una chaqueta ya que el camino la había llevado una media hora, palpó la pared, estaba muy húmeda y el tacto era muy agradable, como la oscuridad era total decidió encender la pequeña linterna que siempre llevaba encima, no era muy potente pero al menos serviría para distinguir algo.
Marta se dio cuenta de que se encontraba en una especie de caverna subterránea, estaba completamente vacía y había más túneles que conducían a otros lugares, entonces pudo apreciar los extraños grabados que había en el fondo de la cueva, se acercó a ellos y los tocó, su tacto era muy suave, Marta pensó que sería preferible dormir en aquella pared que en su rasposa cama, se acercó más a los grabados parecían mágicos, algunos tenían piedras preciosas incrustadas y estaban plasmados en la pared con vivos colores, al mirarlos Marta sintió que quería quedarse allí para siempre, libre, alejarse de los problemas y de la vida que tenia al otro lado de aquella puerta que conducía a aquella caverna,
Su hermano gritó, eso la devolvió a la realidad y decidió que ya había explorado lo suficiente por aquel día, se apresuró a subir las escaleras, aunque misteriosamente apenas tardó unos segundos en alcanzar la puerta. Antes de abrirla decidió que no pasaría un día sin que ella volviera allí, aquella sensación tan maravillosa no la había sentido nunca.
Subió a su habitación y se tumbó en la cama, por su mete pasaba una y otra vez el recuerdo de aquella cueva y de los garabatos que se encontraban esculpidos en sus paredes ¿Qué podía hacer? Contárselo a sus padres no, estaban demasiado ocupados, y a sus hermanos tampoco, eran demasiado pequeños y con total seguridad se lo contarían a sus padres o a cualquier vecino “si al menos tuviera un amigo” pensó, de pronto halló la solución, bajó corriendo a la biblioteca, allí había cientos de libros apilados, la tarea era larga, no se lo pensó dos veces. Buscó durante horas sin encontrar nada interesante: “si esa caverna existe de verdad no seré la primera que la ha visitado, seguro que en esos libros viene alguna información relacionada” Por fin encontró lo que buscaba, era un libro con las tapas de cuero muy gastadas, y en la tapa delantera estaban impresos algunos de los símbolos que Marta había visto en la caverna, en su parte inferior ponía: “Lugares mágicos y como encontrarlos”, Lo cogió y corrió a la cueva que hacia tan solo una horas había visitado, abrió la puerta, al empezar a bajar las escaleras frenó en seco, su padre estaba frente a ella y la preguntó atónito:”¿hija, que haces aquí? acabo de bajar a dejar una cajas vacías” Marta miró a su alrededor, aquella no era su cueva, miró hacia el libro que tenía en sus manos y sonrió, sabía que aquello no había sido un sueño.

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