Semana 12: Final del Taller de Narrativa

12 son las semanas que hemos estado desenseñando a desaprender cómo se describen las cosas... La esponja de palabras está hasta arriba pero ¡aún tiene capacidad de absorber vuestros últimos relatos!.

Y no olvidarse jamás que NUNCA TE ACOSTARÁS SIN SABER UNA COSA MÁS.

la magia te rodea

Lucía, una niña de 13 años y medio, se despierta como cada día de su vida. Suena el despertador a las 7:30 de la mañana, se levanta y desayuna: un bol con leche y unos cereales con sabor a chocolate.

Todo es como de costumbre. Se arregla, prepara su cartera del instituto y parte hacia allá. Es afortunada, ya que vive solo dos calles por debajo, por lo que tarda menos de cinco minutos en llegar.

Ya en el instituto, se sienta… e intenta escuchar, pero no puede. Las clases son tan monótonas como su vida, y esta aburrida de todo. Saca un cuaderno, un estuche con 35 lápices de colores, y empieza a dibujar. Hoy toca el tema de las hadas. ¡Ah! Como le gustaría ser una de ellas, sin repeticiones en su vida, solo libre, haciendo lo que le plazca entre esos bosques verdes y frondosos, con las sombras perfectas para descansar un rato. El cauce de agua que sale por la fuente natural deja una fragancia y un ambiente inimaginable, en perfecto equilibrio. En el suelo, de césped semi-largo hay un feérico y un hada, disfrutando de la vida.

-…cía!!!
-¿Eh? Lucía se despierta de su trance, un poco desorientada -¿Qué pasa?
-¿Te parece bien lo que acabo de contar? – El maestro siempre usa las mismas expresiones, un toque extra de aburrimiento a las clases.
-… Si, claro- No sabía de qué hablaba, pero mejor no llevarle la contraria.-

Tras decir esto, todos los niños de su aula empiezan a reírse, incluido el profesor. –Me imaginaba que estarías de acuerdo con que te enviara al director de visita, por hacerle compañía-

Ella, sabiendo ya el camino casi de memoria, ya que la frecuencia con la castigaban por estar despistada era mayor de la deseada, sale de la clase como un zombi, y avanza hasta el despacho.

Al llamar a la puerta, se da cuenta de que todavía llevaba su cuaderno. Lo mira, pero algo ha cambiado en el dibujo: el hada ya no esta feliz, sino que tiene la cara blanca, muy triste. El feérico sin embargo está radiante.

Lucía está extrañada, pero llama a la puerta del profesor, ya que piensa que solo son imaginaciones suyas. Tras un largo cuarto de hora, sale del despacho. Pero hay algo que le alegra: suena la sirena, por lo que se acaban las clases.

Feliz de esto, con unas renovadas fuerzas, se va a su casa, pensando en que podrá estar a gusto un rato. Transcurre un poco hasta que recuerda ese dibujo tan extraño que hizo en su cuaderno, así que lo saca de su cartera rosa (odia ese color, pero su madre sigue insistiendo en comprarlo) y lo mira, con mucha curiosidad: ¡ha vuelto a cambiar! ¡Ahora, el feérico está arrojado en la fuente, cansado, mientras el hada vuela por los bosques!

Sigue caminando, sin manejar las piernas, ya que simplemente se mueven de rutina. Llega a su casa y come, apenas sin apetito. Ella ahora no está en este mundo, sino en el de su imaginación, el único en el que es completamente libre, aquel en el que no tiene límites. Termina su almuerzo: un plato de patatas guisadas y una manzana. Normalmente hubiera disfrutado de su comida, pero ahora estaba más interesada en averiguar el dibujo. Sube las escaleras hasta llegar a su cuarto, y cierra la puerta.

Abre el cuaderno, y lo mira. ¡Todo está como al principio! El feérico y el hada están sentados en el campo, como si nada hubiera pasado!

Miró al techo, con una súbita depresión ante los engaños que le daba su cabeza. ¿Estaría de verdad loca, como decían los demás niños?. Baja la mirada para verlos, pero… ¡el hada está casi muerta! El feérico la está apuntando con una rama de cedro afilada. No se lo puede creer, pero no quería verla morir, así que saca la goma y empieza a borrar, y a borrar… ¡pero no se borra! ¡Es como si fuera tinta china! ¡Si lo dibujó con lápiz!

No lo entiende, peor está feliz de no estar loca. Mientras que le invade la alegría, el hada se recupera y apunta al feérico con su varita.

¡Así que es eso!- grita Lucía -¡Es por eso! La cabeza le hizo un clic que lo descubría. Sigue mirando el dibujo, pero… ¡el feérico no está! ¡Se ha ido! Al darse cuenta de eso, la tinta empieza a caerse, chorreando por el escritorio. Al llegar al suelo, sube, y empieza a formar una silueta.

-¡¿Pero qué?!-exclamó Lucía

La silueta, ahora perfectamente definida, es la del hada que había dibujado.

-Gracias, soy Jasmine, la dríada de los bosques- su voz es cálida y melodiosa- He sido enviada para hacerte darte cuenta de lo feliz que puedes llegar a ser, sólo con un poco de imaginación. Espero que te sirva de algo. Solo me queda una cosa por decir: buenos días…

Lucía abre los ojos. ¡Uah! Que sueño… son todavía las tres de la mañana. Todo fue un sueño… Cansada, se levanta para ir al servicio, pero ve una notita en su escritorio: la magia te rodea, dale forma.

Desde entonces, Lucía tuvo una gran habilidad para hacer amigos, en las clases atendía mucho, y fue feliz, ya que ahora en su cabeza reinaba la paz, la paz de un bosque verde frondoso, con un cauce natural de agua cayendo para dar el ambiente exquisito y melodioso que faltaba en su vida.

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