Semana 12: Final del Taller de Narrativa

12 son las semanas que hemos estado desenseñando a desaprender cómo se describen las cosas... La esponja de palabras está hasta arriba pero ¡aún tiene capacidad de absorber vuestros últimos relatos!.

Y no olvidarse jamás que NUNCA TE ACOSTARÁS SIN SABER UNA COSA MÁS.

Un niño especial

Primera parte

El comisario Harris languidecía en un sillón parapetado tras los innumerables documentos que atestaban su despacho, debatiéndose desesperadamente entre los acosos del hastío y los abrazos de Morfeo, y tratando inútilmente de dilucidar los pormenores de los irrisorios pleitos vecinales ocurridos en la ciudad que robaban la lucidez y el sueño al novato grupo de policías del distrito local. Sucumbiendo ante la tentación, el comisario dejó volar su imaginación, observando el titilante rielar de la luna llena sobre las aguas cristalinas del Támesis en la clara y misteriosa noche. El espectáculo no presentaba en realidad nada de particular, puesto que solía observarse con relativa frecuencia desde aquel privilegiado enclave de la ciudad; y sin embargo, Harris experimentaba aquella noche una sensación particular, como si algo extraño sucediese, algo que a priori no lograba identificar.

Tal era la situación cuando el oficial Morrison irrumpió violentamente en el despacho, provocando un súbito sobresalto en el comandante que desencadenó una lluvia de papeles y documentos levantando así una sospechosa nube polvorienta que delataba el decadente estado del servicio de limpieza. Los dos policías observaron sorprendidos el desastre, dedicándose mutuamente una mirada de asombro que pedía a gritos una explicación sin necesidad de palabras. Ambos carraspearon simultáneamente, y el oficial expuso lo sucedido con voz entrecortada y jadeante a causa de la emoción y la carrera.

– Señor comandante, usted disculpará que me presente de este modo en su despacho, pero cuando se encuentre al corriente de los hechos comprenderá que la gravedad de las circunstancias así lo requiere. Acabamos de recibir un comunicado de la oficina central informando que los servicios de guardia nocturna han notificado la presencia de una nave no terrícola de elevada tecnología que ha aterrizado durante la medianoche en un terreno privado localizado en Central London.

Un inquietante presentimiento cruzó raudo la mente de Harris y un tenso silencio estremeció la sala.

– ¿Podría indicarme con precisión sobre un plano la ubicación exacta del dispositivo, de la nave o… de lo que sea? –inquirió precipitadamente el comandante, esperando que la respuesta de Morrison no confirmase sus peores temores y que todo hubiese sido tan sólo una sospecha.
Pero no fue así. El oficial extendió sobre la mesa un detallado mapa de la gran urbe, señalando con exactitud un punto que Harris había con los años aprendido a identificar como su plácida vivienda residencial en un tranquilo y acomodado barrio londinense.

El comandante palideció y ordenó a Morrison que dispusiese todo lo necesario para la movilización inmediata de las fuerzas militares del distrito y su colocación en posición ofensiva frente a la nave forastera, la cual debía ser aniquilada tras su autorización personal expresa. Tras formular esta orden terminante, Harris se enfundó en su gabán abandonando precipitadamente el despacho y dejando a Morrison sumido en una expresión de perplejidad elevada al máximo exponente de la duda y la confusión.

Segunda parte

Lejos de allí, al otro extremo de la ciudad, el pequeño Robert celebraba alegremente su décimo cumpleaños entre risas y fiestas. Su madre, esposa del comandante, trataba frenéticamente de mantener la calma y el nivel de decibelios entre la alborotada pandilla de amigos deseando que la generosidad de su hijo se hubiese visto mermada a la hora de repartir las invitaciones entre aquellos pícaros en manos de los cuales un pastel desaparecía más rápidamente que un meteoro al cruzar raudo los cielos de medianoche. Marian decidió que ya era suficiente y se situó decidida en el marco de la puerta.

– ¡Niños! Es demasiado tarde y la fiesta ha de finalizar. Recordad que mañana debéis madrugar para acudir a clase. Y tú, Robert, despide a tus amigos y ¡a la cama!

El niño rezongó e intentó protestar, pero comprendió que su madre tenía razón puesto que pasaba de la medianoche y concluyó la celebración diciendo:

– Espero que os hayáis divertido mucho. ¡Hasta mañana a todos!
– ¡Hasta mañana! ¡Feliz cumpleaños, Robert! –respondieron los alegres chavales, despidiéndose hasta el día siguiente.

El niño cerró la cancela y paseó tranquilamente por el extenso jardín. Una clara luna serena brillaba en el firmamento, y pensando que una noche tan hermosa no merecía que nadie fuese a la cama sin haberse detenido a contemplarla, Robert se sentó y comenzó a observar las estrellas. Pudo distinguir con facilidad la estrella polar y diversas constelaciones, pues su carácter soñador le movía en numerosas ocasiones a tratar de dilucidar los misterios de la compleja bóveda celeste. Por ello se dio rápidamente cuenta sorprendido de que algo no encajaba y creyó que la disposición de las estrellas, por extraño e imposible que pareciese, había misteriosamente variado; sin embargo, observando más detenidamente se percató de que su confusión era debida a la inexplicable presencia de un nuevo punto que brillaba en el firmamento con inusitada intensidad. El niño contempló perplejo cómo su luminosidad aumentaba más y más paralelamente a su tamaño, hasta convertirse en el perfil de un objeto de apariencia similar a una nave que al cabo de unos instantes dio por finalizada su trayectoria aterrizando silenciosamente en un extremo alejado del jardín.

Robert se levantó con cautela movido por la curiosidad e inició el recorrido de la treintena de metros que le separaban de aquel objeto misterioso, el cual ahora descansaba junto a la valla de rosales que delimitaban el terreno perteneciente a la lujosa mansión que constituía su hogar. Sin embargo, al llegar junto a ella, la nave se desvaneció y en su lugar aparecieron dos figuras luminosas que sonrieron a Robert.

El niño les devolvió la sonrisa amablemente y, feliz al comprobar la amigable expresión de sus misteriosos visitantes, trató de comunicarse con ellos preguntándose si aquellos extraños seres serían capaces de comprenderle.

– Hola –dijo Robert, marcando detenidamente las sílabas que pronunciaba-. ¿Quiénes sois? ¿Podéis entender mi lenguaje?

Una pausa sucedió a las palabras del niño. Al cabo de unos instantes el hijo del comandante se dio cuenta de que la respuesta sonaba clara y firme en el interior de su mente, como si ambos alienígenas empleasen un invisible pero eficaz y novedoso medio de comunicación.

– Podemos comprenderte sin problema –dijo la voz-. Nos desplazamos y comunicamos mediante el poder del pensamiento, así que no necesitarás palabras para hablarnos. Venimos de una galaxia lejana y sentimos la obligación de transmitiros un mensaje. Tú, Robert, siempre has sido un niño soñador e imaginativo, emprendedor y valiente, que has comprendido los problemas de este mundo y deseado ser capaz de variar su curso sin saber cómo hacerlo. Por ello has merecido el privilegio de ser el primero en contactar con nosotros y conocer nuestro secreto.
El niño escuchó extasiado largo tiempo. Las horas pasaron deprisa y los visitantes concluyeron su explicación diciendo:

– Y recuerda siempre, Robert, que resulta imprescindible que trabajéis todos juntos para salvar la Tierra. El desarrollo de vuestra civilización es insostenible y la humanidad debe comprender que la felicidad que tanto anhela y trata de lograr mediante la producción incontrolada que está destruyendo este bello e incomparable planeta se encuentra, sencilla y simplemente, oculta en el interior de cada ser humano; descubriéndola encontraréis en un instante todo aquello que habéis perseguido inútilmente durante tanto tiempo. Este es nuestro regalo de cumpleaños para ti, Robert: depositamos en tus manos la responsabilidad de comprender y compartir que las claves para la sostenibilidad de una vida feliz se encuentran cifradas en el desarrollo personal de cada uno.

En ese preciso instante, el niño distinguió un rumor lejano que se acercaba paulatinamente y vislumbró un gran ejército que se aproximaba con inflexibilidad y rigor inexorable hacia su casa. Horrorizado, corrió a ocultarse bajo el porche del jardín, dirigiendo una desesperada mirada de alarma a los alienígenas, que respondieron con voz tranquilizadora asegurando que no había motivo de preocupación; instantes más tarde, presenció cómo una potente voz de mando daba la orden de abrir fuego y los soldados descargaban una oleada de disparos sobre la nave. Cuando Robert se atrevió a observar de nuevo lo que sucedía a su alrededor, ambos visitantes habían misteriosamente desaparecido, y en su lugar, el comandante observaba con pánfila expresión el jardín de su casa tratando de explicarse lo sucedido. El niño se levantó decidido y, tocando el brazo de su padre para reclamar su atención, le dijo:

– Papá, ven conmigo al dormitorio. Tenemos que hablar.

El comandante miró a su hijo sorprendido, experimentando por vez primera la sensación de que el control de la situación se le escapaba irritantemente de las manos y la intensa actividad de sus células grises no bastaba para controlar el curso de los acontecimientos que se sucedían a su alrededor. No era ya por más tiempo el adulto que con expresión de suficiencia consideraba suyo el deber de educar y censurar los pensamientos de su hijo. Ahora era él el alumno. El comandante suspiró y, una vez hubo organizado lo más decentemente posible la retirada de las tropas a sus cuarteles a la espera de nuevas instrucciones, entró junto al pequeño Robert en la casa. En efecto, tenían mucho de qué hablar.

Ambos conversaron durante largas horas y el niño relató a su padre la valiosa verdad que los alienígenas le habían revelado. Al día siguiente, ambos tuvieron noticia de que el mensaje había sido revelado simultáneamente a numerosas personas en diversos lugares del planeta de forma que no fuese posible su pérdida accidental; desde aquel día, la mentalidad global del planeta se concienció de su responsabilidad y dejó de cifrar sus esperanzas en una carrera inútil hacia un mayor nivel tecnológico y un aumento inútil del armamento bélico mundial, logrando una paulatina y firme recuperación del delicado y preciado equilibrio ecológico del maravilloso planeta que es la Tierra.

Numerosas incógnitas quedaron abiertas y la humanidad no cesó de cuestionarse los mismos interrogantes, pero ahora a través de una conciencia más amplia que les permitió comprender más allá de la que había sido su rígida y rigurosa visión de los misterios del universo. ¿Sería aquella la misma nave nodriza que en su día sembrara de vida la Tierra y que ahora, tras el paso de los milenios, hubiese regresado para reconducir nuestro camino?

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