Semana 12: Final del Taller de Narrativa

12 son las semanas que hemos estado desenseñando a desaprender cómo se describen las cosas... La esponja de palabras está hasta arriba pero ¡aún tiene capacidad de absorber vuestros últimos relatos!.

Y no olvidarse jamás que NUNCA TE ACOSTARÁS SIN SABER UNA COSA MÁS.

Hasta nunca para siempre.

Finalmente Jonathan se levantó. Lo que más me ha gustado siempre de él es su aire misterioso, podía pasar horas mirando fijamente a ningún sitio, con la mente en blanco aparentemente, pero dentro de él se forjaban ideas, ideas inquebrantables y eternas. Cuando se embarga en aquel estado, lo mejor es prestar atención a lo que va a decir.

El tiempo lo cura todo, menos la verdad. Y la verdad, nuestra verdad, es que perdimos la pasión hace tiempo. Le quiero con toda mi alma, pero mi amor esta hecho de recuerdos de tiempos en que fuimos felices, y ahora me doy cuenta que entre los dedos se escapó lo mejor.

Todo empezó hace dos años. Por aquel entonces yo trabajaba en una carnicería. Jonathan escribía artículos de opinión en el periódico local y así nos ganábamos la vida. Nuestros padres tuvieron la amabilidad de comprarnos el piso donde vivimos ahora. Conservamos los muebles de los antiguos dueños a falta de dinero para comprar de nuevos. Jonathan y yo nos habíamos caso medio año antes en la catedral. Nunca olvidaré la escena en que entré en la catedral, supongo que todo era precioso, pero no podía apartar la vista de Jonathan, sus ojos irradiaban felicidad, juventud y un montón de promesas de una buena vida a su lado, nada comparado con ahora. Teníamos piso, éramos felices, estábamos casados y el océano de tiempo aguardaba para que escribiéramos nuestra historia sobre él. Sólo nos faltaba una cosa. Un hijo.

Nos pusimos manos a la obra con el tema desde la primera noche que pasamos en nuestro piso. Al año siguiente todavía manchaba cada mes sin falta alguna. Fuimos a ver el doctor, dijo que yo estaba perfectamente que no había inconveniente alguno por mi parte, que el problema no era mío sino de Jonathan. Alguna idea cruzó por su mente y me horroricé solo con ver su expresión. Había envejecido 10 años en 10 segundos, y todavía hoy sigue igual. A partir de ese día Jonathan se puso a escribir. Escribía horas y horas al día, ya no trabajaba para el periódico, la comunicación con él se hizo imposible y empezamos a vivir en la ruina. Mi sueldo de carnicera no da para mucho.

Una noche mientras dormíamos empezó a hablar. Dijo que la única manera de no desaparecer del mundo, es tener un hijo. Nuestra alma se divide y llena de vida al bebé. Nuestro hijo debería estar aquí ahora, rebosando de vida y albergando nuestros sueños, esperanzas y nuestra alma. También me dijo que estaba condenado a desaparecer y que haría todo lo posible para que no fuera así.

Y ahora de pié delante de mí me dice que se marcha para siempre. Que rehiciera mi vida y fuese feliz.

Han pasado 3 años de aquél momento. Ahora soy feliz, vivo con Alejandro y tengo un bebé. Al nacer mi pequeño llegó un paquete. En el interior había un libro titulado “Hasta nunca para siempre” La dedicatoria de la primera página rezaba:

Para Marisa, porque nunca te olvidaré. Y a nuestro hijo, fruto de nuestros recuerdos, quién vive aquí dentro.
Albert.

1 comentarios:

Alby dijo...

Hola Albert:
¡Me encanta tu relato! Te ha quedado estupendamente, felicidades! :)
Saludos. Alba

Esponja de palabras es el blog del curso online Taller de Narrativa: durante 12 semanas absorberemos y escupiremos lo que vayamos trabajando en nuestro taller. ¡Bienvenido!
 
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