Semana 12: Final del Taller de Narrativa

12 son las semanas que hemos estado desenseñando a desaprender cómo se describen las cosas... La esponja de palabras está hasta arriba pero ¡aún tiene capacidad de absorber vuestros últimos relatos!.

Y no olvidarse jamás que NUNCA TE ACOSTARÁS SIN SABER UNA COSA MÁS.

Las olas golpeaban sin cesar

Las olas golpeaban sin cesar las paredes rocosas del acantilado, en un intento del mar por colarse entre las grandes grietas y ganar terreno a la tierra. La guerra eterna, la disputa sin fin entre el agua y la tierra.

Como cada día, Tom, observaba con la luz que le ofrecía la luna como las oleadas del mar arremetían una vez tras otra bajo sus pies. Pensaba que cualquier día, el acantilado donde estaba y frecuentaba casi cada noche, se vendría abajo con él, y que el salvaje océano le arrastraría hasta las profundidades, dónde los ojos no ven, el corazón no siente y el aire no te llena de vida.

Tom decidió regresar a la pequeña aldea pesquera donde nació 17 años atrás. Su familia vivía de la pesca, el negocio no daba para mucho pero ni él ni sus 3 hermanos había pasado nunca hambre. De pronto reparó en algo extraño, a lo lejos se levantaba en una pequeña isleta el viejo faro que nunca había visto en funcionamiento. Sus días de gloria terminaron antes de que él naciese y desde entonces nadie se acercaba por ahí. Le pareció ver un pequeño destello de luz y movimiento de una figura que bien podría ser humana. Pensó que algún insensato se había aventurado a visitar el faro, algún loco mas bien dicho. Era ya de noche y el tiempo ni la corriente incitaban a hacer algo así.

Cuando llegó a casa todos dormían, se desvistió rápidamente y se metió en la cama. Años atrás, la habitación era sólo suya pero se le llenó de hermanos con el tiempo. Su casa consistía en 4 pequeños compartimientos; en uno dormían sus padres, en otro él y sus hermanos, la cocina y el baño. Ya en la cama, antes de que le venciera el sueño pensó en que nunca había prestado mucha atención al viejo faro y apenas conocía su historia, y en Isabel, en sus profundos ojos y su dulce voz.

Tom despertó al amanecer, su padre se encontraba ya fuera con la barca preparada y esperando a su hijo mayor. Tom se acercó.

-Buenos días padre- Dijo con la voz aún ronca.

Buenos días hijo- Contestó. El padre de Tom, Alfred, con aire taciturno.- Hoy no vendrás conmigo, hay algo que debo hacer solo. Volveré tarde, ayuda en casa y luego tómate el día libre.

Le pareció que había una mezcla de cansancio y rabia en su voz. Tom no perdió el tiempo pidiendo explicaciones, sabía que era una pérdida de tiempo intentar sonsacarle algo a su padre. Ese día no podría ver a Isabel, el padre de ella la tenía todo el día bajo el ala y aborrecía a Tom y a su familia debido a generaciones y generaciones de competencia pesquera, aún no había reunido el valor suficiente para pedir-le la mano a su hija, ni tampoco era el momento oportuno.

Tom su puso a trabajar en la casa, había unas baldosas sueltas en el tejado y se dispuso a repararlas. Más tarde su madre le mandó a llevarle la comida a su abuela. El abuelo de Tom murió ahogado tras hundirse con su barca en alta mar, desde entonces su abuela enmudeció y hasta la fecha no había articulado palabra. Vivía en una pequeña chabola en primera línea de mar enfocada hacia el viejo faro.

Desde pequeño Tom le traía la comida y le contaba lo que hacía cada día. Ella parecía que le escuchaba y enfocaba su mirada perdida hacia él.

Últimamente, Beatriz, su abuela, parecía irritada. Su mirada, antes vacía y sin expresión, reflejaba ahora preocupación y desesperación. Tom le dejó la comida en la mesa como cada día. Sabía que mientras estuviera allí no tocaría la comida pero al día siguiente seguro que el cuenco estará vacío.

Beatriz se encontraba sentada en el porche enfocada hacia el viejo faro. Tom tomó asiento a su lado. Antes de que le diera tiempo a abrir la boca su abuela habló:

-El odia el mar y todo lo que hay en él. Tu padre ya estaba perdido, ahora irá a por ti y a todos los que te rodean. Está maldito, muerto en vida y os arrastrará. No te creas lo que te han contado, coge a tu familia y a Isabel y márchate. Él no descansará. Recuerda mis palabras Tom, y llévatelas lejos de aquí.

Tom intentó reprochar pero no obtuvo respuesta. Su abuela había vuelto a su estado letárgico. Se fue al acantilado con aire taciturno, necesitaba pensar. Estuvo dándole vueltas hasta que anocheció. Y le volvió a pasar, a lo lejos distinguió una figura en la base del faro, y otro destello, había alguien o gente en el faro. Tuvo un oscuro pensamiento y regresó con prisa a casa. Tal y como temía, su padre no estaba allí. No quiso preocupar a su madre y se fue a dormir.

Sus pesadillas le levantaron mucho antes de que amaneciera, apenas había dormido. Volvió a comprobar si su padre había vuelto pero no tuvo suerte. Un rayo iluminó la habitación. Su madre yacía sola en la cama de matrimonio. Alguna cosa le empujaba hacia el faro, quería respuestas y seguro que estaban allí, pero las palabras de su abuela le pesaban. Su sentido común le llevaba en dirección contraria al faro pero no le hizo caso.

Antes de partir pasó por casa su abuela, otra idea rondaba por la mente de Tom y necesitaba aclararla y ella era la única que podía hacer algo así. Entró en la cabaña de su abuela pero ella no estaba. Tenía la sensación de que se había ido para siempre, supo con certeza que no la vería nunca más. Cogió la barca de su vecino y zarpó. La lluvia apretaba.

Tenía experiencia como marinero, era de los mejores y se conocía aquella cala como la palma de su mano. Esa noche sin embargo la corriente era fuerte, y cuando se acercó al faro todavía más, las olas le empujaban hacia las paredes, si se despistaba moriría allí mismo.

Atracó la barca en la orilla y empezó subir por unas escaleras verticales hechas de cuerda. Llegó arriba, las nubes taponaban la luz de la luna, así que solo conseguía ver cuando caían rayos. Se dirigió hacia el faro, había algo de luz. A través de la ventana vio a su padre. La estancia estaba iluminada con velas, su padre estaba de pié conversando con alguien que no había visto jamás, iba completamente tapado con una capa y no conseguía verle la cara. Lo que pasó a continuación fue estremecedor, Tom no daba crédito a lo que veían sus ojos. Conmocionado se alejó tambaleándose sin dar la espalda al faro. La persona o lo que fuera que iba dentro de esa gran capa abrió la puerta y se acercó a Tom. Lo cogió con una sola mano por el cuello y lo levantó dos palmos del suelo. Su aliento fétido acarició el rostro de su víctima y habló.

-Te dijeron que no vinieras y lo has hecho, bienvenido a éste lugar. Un sitio en el que puedes entrar, pero jamás salir.

Lo último pensamiento que pasó por la mente de Tom fue para Isabel. Se llevaría su recuerdo al abismo, al abismo en el que se vio sumergido a partir de ese momento. Mientras caía un rayo iluminó el rostro de aquel hombre. No lo había visto en su vida, pero esos ojos… eran los mismos que los de su padre. El agua congeló su sangre, la sal heló sus venas, y su aliento se volvió fétido.

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