Semana 12: Final del Taller de Narrativa

12 son las semanas que hemos estado desenseñando a desaprender cómo se describen las cosas... La esponja de palabras está hasta arriba pero ¡aún tiene capacidad de absorber vuestros últimos relatos!.

Y no olvidarse jamás que NUNCA TE ACOSTARÁS SIN SABER UNA COSA MÁS.

CAMINO

Circulaban deprisa, como si llegasen tarde a cita muy importante, pero no era así. Llevaban consigo algo de ropa, dinero, toda la vida por delante y un deseo en el alma, viajar rumbo al horizonte, ajenos al mundo, con toda la ilusión que podían albergar sus jóvenes corazones.

Una pareja como cualquier otra a simple vista, pero para ellos eran únicos y nadie podía comprenderlos, por eso marcharon sin avisar, necesitaban desconectar, estar juntos y nada más una buena temporada. Los exámenes y la fatigosa rutina les empujaban a hacerlo.

Partieron hacia el sur, querían calor, playa y mojitos. Jane miraba el mapa con el ceño fruncido, la playa quedaba lejos aún y le apetecía un buen baño. Vieron como emergía un camino de entre los árboles, por la dirección que tomaba parecía un buen atajo, con suerte llegaran más pronto a la playa de lo que esperaban y acortaban por ahí. Así que Leo, sin pensárselo dos veces giró a la derecha y se adentraron en el camino. Todavía no sabían que acababan de cometer el error más grande de sus vidas.

Pasaron las horas, Leo miraba nervioso el indicador de gasolina, no acababa de entenderlo, deberían de haber cruzado el bosque hacía ya largo rato, sin embargo parecía que el camino no acabara nunca. El sol se colaba por entre las ramas de los árboles secos que restaban firmes a los dos bordes de la calzada. A Jane le parecía como si no avanzaran, en realidad pensaba que era el bosque el que iba hacia atrás y no ellos hacia delante. Le dio la sensación de que aquel camino no acababa nunca.

Los reflejos de sol cesaron en su empeño de molestar a Leo, se estaba haciendo oscuro y seguían metidos en el mismo camino, el indicador de gasolina estaba en reserva ya. Miró preocupado a Jane, ella estaba refunfuñando y dándole vueltas al mapa con cara de incredulidad. Le pareció que aún y así nunca había visto a una chica tan guapa como ella, eso pensaba cuando de golpe una gran silueta apareció en medio de la carretera. Le dio el tiempo justo de frenar y girar, los árboles detuvieron el coche de golpe.

Jane recobró el conocimiento cuando ya era de noche y avisó a Leo. Juntos y adoloridos bajaron del coche y se dirigieron a la carretera. Un enorme ciervo envuelto en un charco de sangre ocupaba un buen trozo del camino. Jane rompió a llorar, asustada y triste por la muerte del ciervo. Volvieron al coche, había sufrido algunos daños pero todavía le quedaban muchos kilómetros por recorrer. Habían dejado huella en el árbol, ahora todos parecerían iguales excepto ése.

Circularon una hora más y decidieron parar y acampar. Estaban adoloridos, asustados y muy cansados. Después de montar la tienda, se comieron los bocadillos y a dormir.
Algo perturbaba los sueños de Jane, le pareció oír risas de niños pequeños fuera. Pensó que talvez alguien había acampado cerca pero al asomarse no vio ninguna luz. Se metió dentro de la tienda y le contó lo que ocurría a Leo.

Otra vez. Las risas ahora sonaban más fuertes, pero miraban y no había nadie, los dos estaban cada vez mas asustados. Oían hasta los pasos y las respiraciones de los niños, cada vez más cerca… cada vez más. Se abrazaron asustados sin saber que hacer, y de repente las risas sonaron fuera a escasos metros de ellos, algo empezó a zarandear la tienda, a través de las paredes podían ver perfectamente manos apoyadas que movían la tienda.

Sin pensar salieron corriendo, las risas los perseguían. El coche eligió un mal momento para resistirse a arrancar pero les dio tiempo a escapar. Y ahora, más rápido que nunca, huyeron de aquella pesadilla. Viajaron y viajaron y aquel camino no acababa nunca, horas después el viaje llegó a su fin. Se quedaron sin combustible. Salieron del coche maldecir y a dar vueltas alrededor pensando una solución.

Algo llamó la atención a Jane, un árbol. Todos eran iguales pero ése tenía algo diferente, de repente lo entendió. Se dirigió hacia allí y encontró lo que temía, el ciervo muerto. Con lágrimas en los ojos y desesperación en la voz llamó a Leo. Se abrazaron de nuevo, sin saber que hacer. Cayeron al suelo, desconsolados y sucedió de nuevo. Las risas volvieron a sonar, cada vez más cerca.

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