Semana 12: Final del Taller de Narrativa

12 son las semanas que hemos estado desenseñando a desaprender cómo se describen las cosas... La esponja de palabras está hasta arriba pero ¡aún tiene capacidad de absorber vuestros últimos relatos!.

Y no olvidarse jamás que NUNCA TE ACOSTARÁS SIN SABER UNA COSA MÁS.

Sueños de juventud

Siempre había anhelado viajar.

Aún desde la niñez pasaba las tardes contemplando la inmensidad del océano desde su ventana e imaginando cómo serían las tierras que aguardaban, deseando que alguien quisiera atreverse a descubrirlas, tras aquella vasta extensión de agua lejana e inalcanzable sobre cuya superficie proyectaba el disco solar hermosos reflejos cuando acudía a ocultarse bajo el horizonte todas las noches. Y hacía ya años que Matías esperaba con ansia inexplicable durante cada cumpleaños el feliz momento en que la tarta se partía, confirmando que ya quedaba menos tiempo para que su edad no le impidiera nunca más cumplir sus ilusiones.

Mas el momento llegó. Llegó como llega todo para quienes saben esperar luchando y darse cuenta de que sus más profundos sueños son lo importante. Finalmente hubo de arribar el maravilloso día en que Matías logró apagar las dieciocho velas de su tarta de cumpleaños; y tras él, el momento donde obtuvo su primer trabajo. A pesar del paso de los años, el joven nunca habría de consentir en abandonar su sueño: durante las merecidas vacaciones tras su primer año laboral, Matías partió.

El viaje prometía ser largo, así que Matías optó por abandonarse al sueño desde la aridez de aquel incómodo asiento compartido de avión. Sin embargo, al abrir los párpados de nuevo quiso por unos instantes creer que su mente vagaba aún por los sublimes dominios oníricos y la visión que se ofrecía ante sus ojos conformaba realmente una ilusión. El aparato sobrevolaba un turbulento río que discurría sorteando innumerables obstáculos o lanzando su caudal en saltos imposibles hasta desembocar en el océano azul que acababan de cruzar. No fue hasta varios minutos tras el aterrizaje cuando aquella visión abandonó la cautivada mente de Matías, permitiéndole dilucidar la inquisitiva mirada que una áspera azafata le obsequiaba desde el corredor en un patente reproche silencioso ante su torpe tardanza e inmovilidad. Aturdido, desabrochó el cinturón de seguridad y corrió hacia el exterior, donde una súbita ráfaga de aire helado y puro le lamió el rostro arrancando a su faz una sonrisa: ¡qué comparación posible con el viciado ambiente contaminado reinante en la eterna prisión de su ciudad!

Durante semanas el joven disfrutó, como nunca antes lo había hecho, no de un plácido descanso desde los cómodos hoteles ubicados en la más próxima localidad, sino de días en los que el reposo quedaba relegado a aquellas escasas horas durante las cuales la luz exterior no permitía distinguir más que estrellas sobre el cielo y oscuras sombras en la pared. Pero el calendario apremiaba, y restaba ya tan sólo un rincón por explorar en aquel lugar. Cuando apenas despuntaban las primeras luces tras el rojizo horizonte de la mañana, Matías aguardaba ya despierto en su cama; en pocos minutos, se encontraba vestido y ávidamente preparado para iniciar la última excursión antes de regresar a su país, pues el vuelo reservado al comenzar el viaje despegaría rumbo este a las diez y media de aquella noche.

Primeramente había considerado dedicar su último día de libertad a repasar sus lugares preferidos de entre todos los que había visitado durante semanas, pero su deseo de navegar por aquel río hermoso que le había llamado desde el aire a contemplarle fue suficiente para vencer sus anteriores designios y conducirle hasta aquel lugar. Tras varias horas de caminata, se encontraba ante el sinuoso cauce del bello río causante de sus anhelos.

Rápidamente dispuso la piragua de alquiler que había adquirido durante la mañana y comenzó a navegar por los torrentes de agua que ondeaban haciendo vibrar la embarcación deportiva bajo sus pies. Matías se sentía feliz y sonreía chillando de alegría ante cada inesperado impulso proporcionado por el río: ¡sus más firmes deseos serían cumplidos! ¡Nadie podría evitarlo al fin!

El joven atravesaba una sección del río cuya ribera resplandecía enmarcada por espesas filas de chopos que parecían elevarse hasta tocar el sol. Matías navegaba contemplando distraídamente las algodonadas nubes que poblaban el cielo, hasta que un súbito sonido seco bajo el fondo de la embarcación le obligó a descender la mirada. Apenas su rostro empezaba a reflejar amagos de preocupación cuando un segundo estruendo transformó su expresión en una mueca de terror: un lomo rugoso comenzó a emerger sobre las aguas mientras la canoa se inundaba descendiendo con paulatino siseo hacia las profundidades. Cuando iniciaba su primera y última inmersión bajo la cristalina superficie del río, Matías comprendió que aquel hermoso paisaje sería al fin hogar de su último destino.

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