Semana 12: Final del Taller de Narrativa

12 son las semanas que hemos estado desenseñando a desaprender cómo se describen las cosas... La esponja de palabras está hasta arriba pero ¡aún tiene capacidad de absorber vuestros últimos relatos!.

Y no olvidarse jamás que NUNCA TE ACOSTARÁS SIN SABER UNA COSA MÁS.

El Jardín

Javier estaba harto, quería marcharse pero ¿A dónde? Quería alejarse de su aburrida e interminable vida, le iba fatal, en el colegio, con los amigos e incluso en casa. Sus padres se habían divorciado, después de muchos días de gritos y lloros su padre firmó los papeles. Ahora odiaba su vida incluso más que antes.

Era Sábado por lo que a Javier le tocaba estar en casa de su madre, la verdad es que prefería a su madre, era más dulce y más comprensiva que su padre, además siempre encontraba solución para todo, para todo menos para los problemas que había entre ella y su marido.

Javier se aburría, en un día se había leído todos los cuentos de la casa, así que decidió salir al jardín para visitar al gato, pero no lo encontró. Aprovechó entonces para dar una vuelta por el inmenso patio. Era tan grande que había rincones que todavía no había llegado a explorar, la parte norte (donde más tarde encontraría una vieja fuente apagada y muchos pinos) aun no la había visitado, así que se puso en camino. Tardo unos diez minutos en alcanzar la fuente, ésta le llamó mucho la atención. Estaba tallada hermosamente en mármol y en ella se podían apreciar hermosos esculturas de criaturas fantásticas como el minutario, o el fauno, a Javier le parecieron preciosas.

Continuó su camino pero no llegó mucho más allá porque en pocos minutos se encontró con el enorme muro de piedra que separaba su casa del exterior. Le miró consternado no esperaba que el terreno se acabase tan pronto, descansó allí un tiempo.

Empezaba a oscurecer cuando Javier decidió que ya era hora de volver a su casa, le esperaban unos quince minutos de camino y eso si andaba deprisa. Entonces escucho algo, era una especie de canto, siguió su camino pero a medida que se iba alejando se sentía más y más extraño, tenía sueño, intentó mantenerse consciente, ese canto era cada vez más hermoso, Javier quería ir hacia donde se escuchaba, de pronto sus ojos se nublaron y se volvieron negros como el carbón, no veía nada, intentó despejarse pero cuanto más se esforzaba más cansado se sentía y más ganas tenía de cerrar los ojos hasta que dejó de luchar y se le cerraron. Ya no supo nada más.
Javier fue enviado al mundo de las hadas por haber entrado en su territorio. No fue feliz pero tampoco estuvo triste, mi nombre es Andaravich soy un hada guardiana y vigilo que nadie se meta en nuestro territorio.

Me acuerdo de los tiempos

Me acuerdo de los tiempos en los que los humanos bailaban a la luz de la luna. En esos tiempos en que todo era verde y radiante. Esos campos que cultibavan los humanos. Esos dulces humanos cuanto les añoro. Todos los humanos son traicioneros, crueles y traicioneros. Pero tienen en el fondo un grán corazón.Esos amables humanos que te ayudan. Esos terribles humanos que te sancionan a muerte por haber robado una miga de pan. Esos miserables humanos que ofrecen comida a los ricos y ofrecen frio a los pobres.Humanos…
Me acuerdo de esa familia que me acogió después de la muerte de mis padres.Algunos humanos son miserables, otros simplemente estúpidos y otros despiadados.
Pero es una raza especial aunque siempre quiera respuesta para todo,aunque mate a inocentes a niños.Bueno, les compadezco.
Me compadezco tanto por ellos porque yo mismo lo soy.
Soy avaricioso como otros humanos pero tengo algo especial. Me doy cuenta de nuestra naturaleza por saber todo y governarlo todo.
Me acuerdo de cuando cambié de planeta. Estaba durmiendo como todos los humanos y me desperté cambiado, como en otro mundo. Aún vivo asi pero espero que algún dia salga de este trance sin fin.Me he dado cuenta que saber cosas que mis amigos no saben no es nada bueno. Estoy en otro planeta del que yo soy dueño. Soy humano pero creo que tengo algo que los otros no tienen : amor por la vida.
Humanos… cuanto les añoro
Quiero a mi padre,a mi madre y a mi hermano Pepe con el que siempre me solía pelear. Ahora me siento solo aunque esté con todos ellos. El saber no es bueno.
Esos humano que todo lo creen saber…cuanto les compadezco y cuanto les quiero.

Las olas golpeaban sin cesar

Las olas golpeaban sin cesar las paredes rocosas del acantilado, en un intento del mar por colarse entre las grandes grietas y ganar terreno a la tierra. La guerra eterna, la disputa sin fin entre el agua y la tierra.

Como cada día, Tom, observaba con la luz que le ofrecía la luna como las oleadas del mar arremetían una vez tras otra bajo sus pies. Pensaba que cualquier día, el acantilado donde estaba y frecuentaba casi cada noche, se vendría abajo con él, y que el salvaje océano le arrastraría hasta las profundidades, dónde los ojos no ven, el corazón no siente y el aire no te llena de vida.

Tom decidió regresar a la pequeña aldea pesquera donde nació 17 años atrás. Su familia vivía de la pesca, el negocio no daba para mucho pero ni él ni sus 3 hermanos había pasado nunca hambre. De pronto reparó en algo extraño, a lo lejos se levantaba en una pequeña isleta el viejo faro que nunca había visto en funcionamiento. Sus días de gloria terminaron antes de que él naciese y desde entonces nadie se acercaba por ahí. Le pareció ver un pequeño destello de luz y movimiento de una figura que bien podría ser humana. Pensó que algún insensato se había aventurado a visitar el faro, algún loco mas bien dicho. Era ya de noche y el tiempo ni la corriente incitaban a hacer algo así.

Cuando llegó a casa todos dormían, se desvistió rápidamente y se metió en la cama. Años atrás, la habitación era sólo suya pero se le llenó de hermanos con el tiempo. Su casa consistía en 4 pequeños compartimientos; en uno dormían sus padres, en otro él y sus hermanos, la cocina y el baño. Ya en la cama, antes de que le venciera el sueño pensó en que nunca había prestado mucha atención al viejo faro y apenas conocía su historia, y en Isabel, en sus profundos ojos y su dulce voz.

Tom despertó al amanecer, su padre se encontraba ya fuera con la barca preparada y esperando a su hijo mayor. Tom se acercó.

-Buenos días padre- Dijo con la voz aún ronca.

Buenos días hijo- Contestó. El padre de Tom, Alfred, con aire taciturno.- Hoy no vendrás conmigo, hay algo que debo hacer solo. Volveré tarde, ayuda en casa y luego tómate el día libre.

Le pareció que había una mezcla de cansancio y rabia en su voz. Tom no perdió el tiempo pidiendo explicaciones, sabía que era una pérdida de tiempo intentar sonsacarle algo a su padre. Ese día no podría ver a Isabel, el padre de ella la tenía todo el día bajo el ala y aborrecía a Tom y a su familia debido a generaciones y generaciones de competencia pesquera, aún no había reunido el valor suficiente para pedir-le la mano a su hija, ni tampoco era el momento oportuno.

Tom su puso a trabajar en la casa, había unas baldosas sueltas en el tejado y se dispuso a repararlas. Más tarde su madre le mandó a llevarle la comida a su abuela. El abuelo de Tom murió ahogado tras hundirse con su barca en alta mar, desde entonces su abuela enmudeció y hasta la fecha no había articulado palabra. Vivía en una pequeña chabola en primera línea de mar enfocada hacia el viejo faro.

Desde pequeño Tom le traía la comida y le contaba lo que hacía cada día. Ella parecía que le escuchaba y enfocaba su mirada perdida hacia él.

Últimamente, Beatriz, su abuela, parecía irritada. Su mirada, antes vacía y sin expresión, reflejaba ahora preocupación y desesperación. Tom le dejó la comida en la mesa como cada día. Sabía que mientras estuviera allí no tocaría la comida pero al día siguiente seguro que el cuenco estará vacío.

Beatriz se encontraba sentada en el porche enfocada hacia el viejo faro. Tom tomó asiento a su lado. Antes de que le diera tiempo a abrir la boca su abuela habló:

-El odia el mar y todo lo que hay en él. Tu padre ya estaba perdido, ahora irá a por ti y a todos los que te rodean. Está maldito, muerto en vida y os arrastrará. No te creas lo que te han contado, coge a tu familia y a Isabel y márchate. Él no descansará. Recuerda mis palabras Tom, y llévatelas lejos de aquí.

Tom intentó reprochar pero no obtuvo respuesta. Su abuela había vuelto a su estado letárgico. Se fue al acantilado con aire taciturno, necesitaba pensar. Estuvo dándole vueltas hasta que anocheció. Y le volvió a pasar, a lo lejos distinguió una figura en la base del faro, y otro destello, había alguien o gente en el faro. Tuvo un oscuro pensamiento y regresó con prisa a casa. Tal y como temía, su padre no estaba allí. No quiso preocupar a su madre y se fue a dormir.

Sus pesadillas le levantaron mucho antes de que amaneciera, apenas había dormido. Volvió a comprobar si su padre había vuelto pero no tuvo suerte. Un rayo iluminó la habitación. Su madre yacía sola en la cama de matrimonio. Alguna cosa le empujaba hacia el faro, quería respuestas y seguro que estaban allí, pero las palabras de su abuela le pesaban. Su sentido común le llevaba en dirección contraria al faro pero no le hizo caso.

Antes de partir pasó por casa su abuela, otra idea rondaba por la mente de Tom y necesitaba aclararla y ella era la única que podía hacer algo así. Entró en la cabaña de su abuela pero ella no estaba. Tenía la sensación de que se había ido para siempre, supo con certeza que no la vería nunca más. Cogió la barca de su vecino y zarpó. La lluvia apretaba.

Tenía experiencia como marinero, era de los mejores y se conocía aquella cala como la palma de su mano. Esa noche sin embargo la corriente era fuerte, y cuando se acercó al faro todavía más, las olas le empujaban hacia las paredes, si se despistaba moriría allí mismo.

Atracó la barca en la orilla y empezó subir por unas escaleras verticales hechas de cuerda. Llegó arriba, las nubes taponaban la luz de la luna, así que solo conseguía ver cuando caían rayos. Se dirigió hacia el faro, había algo de luz. A través de la ventana vio a su padre. La estancia estaba iluminada con velas, su padre estaba de pié conversando con alguien que no había visto jamás, iba completamente tapado con una capa y no conseguía verle la cara. Lo que pasó a continuación fue estremecedor, Tom no daba crédito a lo que veían sus ojos. Conmocionado se alejó tambaleándose sin dar la espalda al faro. La persona o lo que fuera que iba dentro de esa gran capa abrió la puerta y se acercó a Tom. Lo cogió con una sola mano por el cuello y lo levantó dos palmos del suelo. Su aliento fétido acarició el rostro de su víctima y habló.

-Te dijeron que no vinieras y lo has hecho, bienvenido a éste lugar. Un sitio en el que puedes entrar, pero jamás salir.

Lo último pensamiento que pasó por la mente de Tom fue para Isabel. Se llevaría su recuerdo al abismo, al abismo en el que se vio sumergido a partir de ese momento. Mientras caía un rayo iluminó el rostro de aquel hombre. No lo había visto en su vida, pero esos ojos… eran los mismos que los de su padre. El agua congeló su sangre, la sal heló sus venas, y su aliento se volvió fétido.

Semana 3: No se lo cuentes todo

Muy bien, esta semana nos centraremos en la elipsis. Ya sabéis, dejaremos la forma de contar di-recta y daremos un rodeo, para que el lector complete el rompecabezas él mismo. ¡Tengo ganas de leeros!.


Qué hizo el domingo

Que hizo el domingo: El domingo fue un día en que hizo mucho sol y fue a pasear con papá y mamá. Mamá llevaba un vestido de color beige y una rebeca blanco hueso y papá un pulóver azul Raf y unos pantalones grises y una camisa blanca abierta. Él llevaba un jersey de cuello cerrado , azul como el pulóver de papá pero más claro y una chaqueta marrón y unos pantalones también marrones , un poco más claros que la chaqueta , y unas bambas rojas . Mamá llevaba unos zapatos claros y papá unos negros .

Por la mañana pasearon y a media mañana fueron a desayunar a la Balmoral. Pidieron un suizo y una ensaimada rellena y él pidió cruasanes. Luego fueron a ver las flores y las había rojas y amarillas y blancas y rosas e incluso azules , que papá dijo que eran teñidas , y plantas verdes y violetas , y pájaros grandes y pequeños , y papá compró el periódico en un quiosco . También fueron a mirar escaparates , y , una vez que llevaban mucho rato delante de un escaparate con jerséis , papá le dijo a mamá que se diese prisa y luego, en una plaza , se sentaron en un banco verde , y había una señora mayor con el pelo blanco y las mejillas muy rojas , como tomates , que daba pan a las palomas , y le recordaba a la yaya , y papá leía el periódico todo el rato y él le pidió que le dejase mirar los dibujos y le dejó medio periódico y le dijo que no lo estropease . Luego , cuando ya subían a casa , mamá , como papá estaba todo el rato leyendo el periódico , le dijo que siempre lo estaba leyendo y que ya estaba harta : que lo leía en casa , desayunando , comiendo , en la calle , caminando o en el bar , o cuando paseábamos . Y papá no dijo nada y continuó leyendo , y mamá le insultó y luego era como si lo sintiese , y le dio un beso , y luego , mientras mamá estaba en la cocina preparando el arroz , papá le dijo que no le hiciera caso .

Comieron arroz caldoso , que no le gusta , y carne con pimientos fritos . Los pimientos fritos le gustan mucho pero la carne no ,que está muy cruda , porque mamá dice que así está más rica , pero a él no le gusta . Le gusta más la carne que le dan en el colegio , bien quemadita . En el colegio no le gustan nunca los primeros platos . En cambio , en casa le dan vino con gaseosa . En el colegio no . Luego , por la tarde , vinieron sus titos con su primo , y sus titos se pusieron a hablar en la sala , con sus papás , y a tomar café , y su primo y él fueron a jugar al jardín , y allí jugaron a madelmanes y al futbolín , a la pelota y con el camión de bomberos , y a guerras de astronautas , y su primo se puso muy tonto porque perdía , y a él es que su primo le molesta mucho , porque no sabe perder , y tuvo que soltarle un guantazo y se puso a llorar muy muy fuerte , y vinieron su mamá y mi tito , y mama dijo que ha pasado y , antes de que él le contestase , su primo dijo me ha pegado y su mama le dio una bofetada y él también se puso a llorar y volvieron todos a la sala , y mamá le cogía de la mano y papá leía el periódico y fumaba un puro que le había traído el tito , y mamá le dijo los niños están el jardín matándose , y tú aquí , tan tranquilo, repantigado . La tita dijo que no pasaba nada , pero mamá decía que siempre era lo mismo , que a veces se hartaba . Luego los titos se fueron y , mientras se iban , su primo le sacó la lengua y él también se la sacó , y papá puso el televisor , porque daban fútbol , y mamá dijo que cambiase de canal , que en el segundo ponían una película , y papá dijo que estaba viendo el partido y que no .

Luego fui al jardín , a ver la muñeca que tengo enterrada allí , al lado del árbol y la sacó y la acarició y la riñó porque no se había lavado las manos para comer , y luego la volvió a enterrar, y fue a la cocina , y mamá lloraba y le dijo que no llorase . Luego se sentó en el sofá , al lado de papá , y vio un rato el partido , pero luego se aburría y miró a papá , que era como si tampoco viese el partido y tuviera la cabeza en otra parte . Luego pusieron anuncios , que es lo que más le gusta ,y luego la segunda parte del partido , y fue a ver a mamá , que estaba preparando la cena , y luego cenaron y pusieron una película de dibujos animados y las noticias , y una película antigua , de una artista que no sabe cómo se llama , que era rubia y muy guapa y muy pechugona . Pero entonces le mandaron a dormir porque era tarde y subió las escaleras y se fue a la cama , y desde la cama oía la película y como discutían sus papás , pero con el ruido del televisor no podía oír bien lo que decían . Luego se peleaban a gritos y bajó de la cama para acercarse a la puerta y entender lo que decían , pero como todo estaba a oscuras no veía bien , sólo el claro de luna que entraba por la ventana que da al jardín , y , como no veía bien , tropezó , y tuvo que volver a la cama con miedo por si venían a ver qué había sido aquel ruido , pero no vinieron . Él escuchaba como continuaban discutiendo . Ahora lo oía mejor porque se ve que habían apagado el televisor , y papá le decía a mamá que no le molestase y la insultaba y le decía que no tenía ambiciones , y mamá también le insultaba y decía no se que si se iba de casa o que se iría ella , y decía el nombre de una mujer y la insultaba , y luego oyó que se rompía alguna cosa de cristal y luego oyó gritos más fuertes , y eran tan fuertes que no se entendían , y luego oyó un gran grito , mucho más fuerte , y luego ya no oyó nada . Luego oyó mucho ruido , pero flojito , como cuando para fregar arrastran los módulos del tresillo . Oyó que se cerraba la puerta del jardín y entonces volvió a salir de la cama y oyó ruido fuera y miró por la ventana , y tenía frío en los pies , porque iba descalzo, y fuera estaba oscuro y no se veía nada , y le pareció que papá cavaba al lado del árbol y tuvo miedo de que descubriese la muñeca y le castigase , y volví a la cama y me tapé bien , incluso la cara , escondidas bajo las sábanas a oscuros y con ojos bien cerrados . Oyó que dejaban de cavar y después unos pasos que subían la escalera y se hizo el dormido y oyó que se abría la puerta del cuarto y pensó que debían de estar mirándolo , pero él no vio quién le miraba , porque se hacía el dormido y por eso no lo vio . Luego cerraron la puerta y se durmió , y al día siguiente , ayer , papá me dijo que mamá se había ido de casa y luego vinieron señores que preguntaban cosas y él no sabía que contestar y todo el rato lloraba , y le llevaron a vivir a casa de los titos , y su primo siempre le pega , pero eso ya no fue el domingo .

Fernando

Mi nuevo trabajo

Me contrataron para mi primer trabajo, como periodista en el periódico “New York Times”, el día 12 de marzo del año 1963, sin pensármelo acepté; la paga era buena así que me lancé a la aventura. Mis padres estaban orgullosos de mí, sin embargo yo no me sentía del todo a gusto, había algo en Nueva York que no me desagradaba, quizá las gentes, o sus calles… no sabía que era.

Mi primer reportaje trató sobre la estatua de la libertad. La verdad es que mi sueño siempre había sido estudiar medicina, pero no fue posible, mi familia era sencilla así que no se podían permitir costearme la carrera, de todas formas ser reportero no estaba del todo mal, lo malo es que la gente me miraba de forma rara solo porque me consideraban demasiado joven.

Al cabo de dos meses me habitué por fin a mi nueva vida, todas las mañanas andaba durante media hora hasta el estudio en el que mi jefe me daba los encargos del día. A veces tenía que escribir sobre un asesinato, un acontecimiento importante, o sobre algún famoso al que le había dejado su mujer por otro.

Se acercaban las vacaciones, el día empezó como otro cualquiera, me levanté, me vestí y me dispuse a caminar hacia la oficina mientras me comía un delicioso bollo que había comprado en una pastelería cercana a mi casa. Al llegar a la puerta del estudio me sorprendió que estuviera cerrada pero de todas formas siempre llevaba encima una llave de repuesto así que no tuve problema en abrir aquella vieja puerta de metal oxidado. Al entrar tuve una desagradable sensación, olía a humedad, a cerrado, como si no hubiera entrado nadie allí en años. La sala estaba vacía, había papeles esparcidos por el suelo; encendí la luz para ver mejor, y en ese preciso instante oí que alguien echaba a correr por el pasillo de atrás, me apresuré a seguirlo pero no pude.

Nunca más volví a ver a mi jefe, al cabo de un tiempo derrumbaron el edificio y lo convirtieron en un colegio.
Carmen

Suena el despertador

Suena el despertador

-¿Ya es tan tarde?- dijo Alejandro, con sueño.

Se levantó, y empezó a desayunar para no llegar tarde al instituto. Su madre, extrañada de verlo despierto tan temprano, le preguntó

-Alejandro, ¿Qué haces hoy despierto tan pronto? Es fiesta, no hay instituto-

Alegre, se fue a su habitación, pero como no consiguió dormirse, se puso a leer un libro sobre los animales en peligro de extinción. Estaba muy concienciado con la ayuda a los animales (incluso era vegetariano) y, como tenía grandes dotes lingüísticas, conseguía convencer a mucha gente de ello sin llegar a discutir. Nunca se había peleado.

Al acabar el libro, miró a su perro, Wally, moviendo el rabo mientras lo miraba. Pensó que, ya que no tenía nada que hacer, ¿Por qué no lo sacaba a pasear? Ya fuera, con el perro suelto, se fue a mirar el estanque que había en ese parque, y vio a unos niños tirándoles piedras a los peces que había en él. Se fue hacia ellos, para decirles algo.

Al cabo de media hora, una mujer estaba dando gritos porque había un cadáver flotando en el agua del estanque.
Antonio

Yo lo miraba

Yo la miraba, pero ella no me veía. Yo la acechaba, pero ella no me veía. Hiciera lo que hiciera no conseguía que ella me viera. Si consiguiera que por un momento, solo por un momento me mirara….

Pero nunca me miraba. Siempre estaba rodeada de gente, rebosante de alegría. Su rostro era tan perfecto que no podía ser alcanzable para los humanos. Sin embargo ellos podían. Todas las personas a las que yo odiaba estaban a su alrededor. Quizás el problema era que yo odiaba a todo el que se le acercara, porque no era yo. Nunca era yo. ¿A caso tenía algún problema conmigo? Si hablara una vez conmigo estoy seguro de que le caería bien. Es más, seguro que le gustaría. Todo lo que tenía que hacer ese día era conseguir que me hablara. Bueno, ese día y todos desde que la conocí. Llevaba cuatro años intentando conocerla de cualquier manera. Un día había estado tratando de hablar con Lilian cuando, en lugar de esperarla en la puerta de forma interesante, resbalé y caí por las escaleras. Me pase dos semanas en el hospital con muchísimas complicaciones durante dos semanas, y ella… ni siquiera la había visto.

Cuando me di cuenta de que tras tal accidente ella no se había preocupado en absoluto por mi, me sentí mucho más aislado que nunca. Mi vida se convirtió en la rutina más grande del mundo. Nadie se fijaba en mí. Mis padres cambiaron sus horarios sin avisarme, no cruzaron palabra conmigo, caminaban taciturnos…

No tenía ni idea de qué pasaba a mi alrededor, pero tampoco me importaba. Ella se seguía comportando igual que antes, pero ahora cada uno de sus gestos, ya no parecían misteriosos, sino que ahora se mostraban desganados. Como yo había perdido mis esperanzas en cualquier tipo de contacto sentimental físico e incluso visual. De hecho, empecé a detectar que si alguien hablaba de mí, ella nunca estaba cerca. Malditos niñatos. Ellos eran los que habían destruido mi vida. Podría haber dicho que se arrepentirían, pero, ¿de qué serviría?

Tras tres meses de vivir mi nueva versión de pesadilla decidí que ya era el final, que ya no servía de nada seguir vivo, por lo que en un acto que yo consideraba de cobardía y aburrimiento, me dirigí hacia un precipicio cercano a mi parque preferido y salté, salté sin dudar. El suelo se acercaba a mí. Y llegó. Llego junto con mi dulce muerte.

O así debería haber sido, pero nada pasó. Me levanté lleno de polvo, pero nada había cambiado. No era como en una película. No veía mi cuerpo en el suelo frente a mi, simplemente no había muerto al saltar. Decidí morir en un sitio concurrido ya que por lo que acababa de vivir no merecía morir en paz yo solo. Me dirigí a mi clase y allí, delante de ella, me dejé caer sobre la punta del taladro de tecnología. Lo último que pensé fue que ella ni siquiera me estaba mirando. Ni siquiera entonces. Y después, solo sentí dolor. Dolor por no conseguir lo que quería. Dolor por averiguar la verdad.

Lo cierto es que tras caer sobre el taladro y no morir, todo encajó. No morí porque ya estaba muerto. Morí en el hospital. Mis padres no me ignoraban, es que estaba muerto.
Ella no me ignoraba más que nunca, simplemente yo no estaba.
Mis compañeros de clase no hablaban de mi delante de ella, pero no para que ella no se fijara en mi, sino porque ella ya se había fijado en mi.

PERO YO ESTABA MUERTO
David

El recuerdo

El anciano profesor regresaba cansado a su casa en un apacible y sereno atardecer de invierno, contemplando alternativamente los últimos resplandores del iridiscente disco solar tras el horizonte y el vacilante titilar de las estrellas que comenzaban a perfilar su radiante brillo sobre el intenso azul oscuro del lejano firmamento. Recorriendo pausadamente las silenciosas callejuelas de Barcelona, Matías no fue capaz de eludir rememorar los tempestuosos recuerdos de su agitada juventud, apenas velados tras las conmiserativas nieblas de la distancia. Recordaba aún con claridad aquellos ojos de fiera amenaza, pozos de oscura luz afirmando sin palabras un indeleble juramento de venganza que habría de perseguirle para siempre oculto tras las inescrutables tinieblas de la memoria desde aquel día de locura en que todo sucedió, inexplicablemente envuelto en un vertiginoso torbellino de desesperación entre las heladas brumas de un lejano barrio londinense. Aquel secreto horror había acabado, se dijo suspirando el sexagenario catedrático entre taimados acosos de melancolía, pero su ineludible conciencia recordaría para siempre aquel instante en que pudo haberlo perdido todo y todo fue salvado, por un inexplicable golpe de la invencible lucidez intensa que despierta en nosotros desde un oscuro rincón de la inconsciencia en los desesperados momentos en que sabemos que lograr nuestro objetivo es la única posible alternativa. Desde entonces, Matías disfrutaba de una apacible existencia envidiable levemente acosada por los recuerdos, junto a la agradable compañía de sus tres hijos y su adorable dulce esposa. Sonriendo suavemente mientras introducía la gastada llave en la recia cerradura oxidada de la puerta principal que conducía a su vivienda, el anciano profesor agradeció en silencio el inigualable trato que la fortuna le había dispensado, permitiéndole lograr cuanto ahora apreciaba y valoraba, todo aquello que décadas atrás pudo haberse esfumado definitivamente dejando tras de sí la terrible destrucción secreta de un inalcanzable ensueño.
La vetusta cerradura giró sobre sus goznes arrancando a las piezas de metal una serie de chirridos y quejidos que resonaron disonantes en el oscuro ambiente misteriosamente silencioso de la galería, donde elegantes pinturas atesoraban milenarias capas de polvo delatando la manifiesta desidia de la sirvienta familiar. Fue entonces cuando una insólita escena inesperada se descubrió a los ojos del anciano profesor y los ecos de una eterna maldición regresaron a su mente, desvaneciendo para siempre su conciencia entre los lejanos ecos de campanadas desde un lúgubre reloj a medianoche.
Esponja de palabras es el blog del curso online Taller de Narrativa: durante 12 semanas absorberemos y escupiremos lo que vayamos trabajando en nuestro taller. ¡Bienvenido!
 
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