Semana 12: Final del Taller de Narrativa

12 son las semanas que hemos estado desenseñando a desaprender cómo se describen las cosas... La esponja de palabras está hasta arriba pero ¡aún tiene capacidad de absorber vuestros últimos relatos!.

Y no olvidarse jamás que NUNCA TE ACOSTARÁS SIN SABER UNA COSA MÁS.

Daniel García

Daniel es alto y delgado tiene la nariz respingona y muchas pecas en la cara. Sus ojos son verdes como los de un gato negro y su pelo es oscuro como el azabache. Su color preferido es el naranja por eso su habitación está pintada así. Tiene muchos amigos de todos los tamaños y colores, y muchas chicas quieren salir con él pero no porque sea guapo si no porque es muy simpático y todos se ríen mucho con él. Le encantan las ciencias naturales pero es bueno en todo; en todo menos en matemáticas. Le gusta los videojuegos y navegar en internet, sin embargo sus padres no le dejan entre semana y eso le sienta muy mal. Es diestro y toca la guitara en una escuela muy importante de su ciudad. Su cantante favorito es Michael Jackson y tiene muchos posters de él y todos sus discos

UNO ENTRE DOS

Era de noche, hacía frío y no pasaba nada. Ningún ruido, el silencio lo inundaba todo. Ningún movimiento, reinaba la calma, no había viento que meciera las hojas secas que aún restaban colgando de aquellos árboles, eternamente inmóviles, pues hacía tiempo que habían muerto.
Y allí estaba él, como tantas otras veces. Una de aquellas personas que ya se ve de lejos que no presagian nada bueno, que esconden algo, que siempre están tramando algo, a la espera para saltar cual fiera salvaje encima su presa. Su rostro entristecido pero a la vez irreductible. Era un chaval curioso, fascinante y con una chispa de maldad creciente.

Esa misma mañana sus compañeros le acorralaron en el recreo. Abusaron de él y le robaron el desayuno, aunque todo esto no es comparable con la escena que encontró en su casa. Su padre había vuelto a beber, su madre estaba llorando en el suelo, sangraba por el labio. David tenía 14 años, pero en su mirada no quedaba rastro alguno de niñez. Estaba cansado y se sentía viejo, por eso recurría a mí, yo soy más fuerte, tomo las riendas de vez en cuando y cumplo con lo que de verdad anhela.

David se sentía seguro en aquél cementerio, sentía una extraña fascinación con la muerte. Más de una vez se planteó profanar una de aquellas tumbas, pero le convencí para que no hiciera, es mejor dejar descansar a los muertos. A parte de ir a la escuela, David mataba el tiempo dedicándose a pudrirse y a fumar. Su vida se iba consumiendo rápidamente a volutas del humo y envuelto en cenizas, igual que el cigarro que sostenía entre los dedos. Yo eso ya lo sabía, tenía los días contados pero decidí unirme a él y hacer lo que su debilidad le impedía cumplir.

David y yo nos conocimos no hace mucho tiempo, su padre le pegó una brutal paliza por volcarle una copa de whisky sin querer. En aquel momento, David me necesitaba, me buscó y finalmente me encontró. Algunas veces quiere prescindir de mí pero yo siempre acabo volviendo. David decidió levantarse y andar, tenía las piernas entumecidas y le dolía el estómago, todavía no había comido nada y pensó que tampoco le apetecía.

Se perdió por las angostas calles de la ciudad pasando por rincones lúgubres donde la decadencia humana se hacía patente. Encontró a un mendigo y se lo quedó mirando, su aspecto era lamentable y olía peor que el contenedor donde se apoyaba. Mientras veía como el mendigo le daba su último trago a la botella de vino le embargaron oscuros pensamientos. Yo le insté a hacerlo, David no es una persona con suficiente aplomo y eso me obliga a veces a entrometerme como en este preciso momento. Decidimos que mataríamos a su padre.

Mientras golpeaba al mendigo con un tubo de hierro, David se dio cuenta de que era realmente sencillo dar muerte a alguien. Se arrodilló para verle la cara al mendigo, sin duda ya estaba muerto.

Llegó a casa a medianoche, tuvimos una pequeña discusión, David no quería cumplir con lo que habíamos acordado y eso me enfurecía y aumentaba su miedo. Al final lo conseguí, cogió el cuchillo jamonero de la cocina. Su padre yacía en su butacón dormido, se acercó y le asestó varias puñaladas hasta que se le cansó el brazo.

Amaneció con las sirenas de la policía resonando por la casa. David por primera vez tomó la iniciativa, no me hacía caso.

Cogió el revólver de su padre y disparó tres veces al aire por la ventana. Bajó a la puerta del recibidor, se encendió su último cigarro, su madre yacía muerta al otro lado de la puerta pero no consiguió recordar como la mató. Dio una última calada y abrió la puerta de par en par. Recibió la muerte, más bien dicho, recibimos la muerta con una decena de tiros y sacando humo. David me creó, así que mi historia acaba con él. Lo último que le pasó por la cabeza era que ahora que se sentía vivo y se había librado de mí, iba a morir.

Albert Díez

Jonathan

Recuerdo aún desde la distancia aquellos maravillosos años suavemente envueltos en felicidad desde los cuales siempre fue fácil creer con la efímera dicha de los años jóvenes que jamás habría secreto alguno entre nosotros, tan sólo eterna confianza desde el indeleble compromiso de franqueza y lealtad el uno para el otro. Y sin embargo ahora, tras el instructivo paso de los años, comprendo que hasta las promesas más firmemente ardientes se extinguen con el tiempo desdibujándose entre la oscuridad de la distancia y quebrando a nuestros pies para arrojarnos al abismo de la tentación. Evoco estos lejanos tiempos felices atrapada entre las tinieblas de un juramento que se deshace lentamente en inquietud mientras contemplo desde el marco de la puerta la delgada silueta inmóvil de Jonathan recortada entre las sombras intuyendo algo extraño en su mirada huidiza y distante aparentemente perdida en un insondable punto lejano del infinito mientras pasa las horas posteriores al trabajo sentado en el milenario sillón familiar que tantas veces compartimos, entregado a la contemplación de las intangibles volutas de humo azul que emanan de su cigarrillo abandonado a medio encender sobre el velador de mármol desportillado del salón mientras manipula un irresoluble rompecabezas como si tratase de solventar con ello los misteriosos conflictos de su callada vida secreta cuyo reservado carácter inexplicablemente silencioso acaso nunca consienta en revelar. Quizá algún día algo rompa esta insulsa normalidad fingida. Quizá…

Ian McBurg

Ian McBurg nació en una familia de alto linaje de las afueras de Dublin. Pasó toda su infancia en una casa de campo junto a su familia donde aprendió a cazar. Ya desde muy pequeño le gustaba utilizar distintas armas y era especialmente diestro con el cuchillo. Las armas que poseía eran todas heredadas de su padre que murió en un acto de servicio.

En esos tiempos atacaban mucho los leprechauns, pequeños personajes vestidos de verde. Esos personajillos eran crueles y traicioneros para ojos humanos, pero si veias un leprechaun de dia es que habia oro cerca o es que eras de esa misma raza.

Su padre murió en la I guerra irlandesa. El rey Arthuro McDonald decidió eliminar a todos los leprechauns del país. Fue en ese momento cuando se inició esa guerra entre esa numerosa raza ,que rara vez se veia, y los irlandeses.

Ian McBurg sabía que una nueva guerra iba a estallar. La II guerra Irlandesa.
Él era listo y sabía que los leprechauns serían los primeros en atacar…
Era alto y pelirrojo. Era sensible por dentro pero lo ocultaba con un físico impresionante, tanto que, su sola presencia, infundía temor .
Era sensible, pero cuando su padre murió, no derramó ni una sola lágrima. Su padre era frío y cruel al contrario de su hijo.
Ian luchó en esa guerra. Un dia…

Nuestro amigo Ian era Leprechaun pero, no se da cuenta hasta que…
Carlos

Lolo

Lolo es una persona normalita, curioso, divertido, simpático, agradable, etc. Es rubio, ni muy alto ni muy bajo, delgadito, no sé, en general, una persona corriente y moliente. Tiene 13 años y le gusta la música, ver la televisión, jugar con la consola, salir con los amigos. Solo tiene un pequeño defecto, no le gusta nada estudiar, porque la mayoría del tiempo lo pasa jugando con la consola, hay que admitirlo, está muy viciado, hay que buscarle un remedio.
Luz

MARCOS

La verdad , no sé para qué escribo este blog , supongo que , como para todas las cosas es porque no tengo nada que hacer . En fin , mi presentación : ´

Soy Marcos , un chico de 12 años , de pelo moreno , alto y con los ojos verdes . Soy forofo ( mi familia prefiere decir fanático )del hockey . Juego en un equipo y nos lo pasamos muy bien yendo a los campeonatos , que siempre ganamos .

También me gusta jugar al go , un juego de origen asiático y montar en bicicleta . Soy tranquilo , así que es normal que me gusten estas cosas , supongo . Pero lo que de verdad me gusta hacer es pasear con mi perro Hook , un Beagle que adopté cuando era pequeño de una perrera y al que salvé de un destino terrible .

Bueno , hasta aquí mi primera entrada , espero que la primera de muchas , saludos .
Fernando

Chito

-Es muy despistado, cuando le hablas no te escucha, y está todo el día fuera de casa- . Ésta es la opinión general que tienen sobre él en su familia. Desobediente, caprichoso, distraído, aventurero, a veces agresivo… pero en el fondo todos le quieren, porque saben que, cuando quiere, es muy cariñoso y está con ellos. Sólo tienes que saber cuando estar con él.

Por cierto, si todavía no lo he dicho, éste personaje se llama Chito, y es un gato blanco con manchas marrones claras.
Antonio

Cayo Lelio Meridio, centurión de la VII Legión.

Memorias.

Llevamos quince años de campaña en la galia. He visto derramar tanta sangre como para aborrecer su color. Y yo más que nadie. Soy el más veterano de la Legión, mi cuerpo surcado de cicatrices lo demuestra. No queda nadie por aquí de los que partimos hacia aquí hace tantos años, unos se ganaron el derecho a volver a nuevas tierras ganadas a base de sangre, sudor y ceniza. Otros desertaron y los demás están muertos. Me crié en Roma como un plebeyo más. Me alisté a los catorce años a la Legión y desde entonces no conozco otra vida que esta. Roma es un recuerdo borroso para mí. De los alistados era el más corpulento de entre todos los reclutas a pesar de mi edad.

Nos entrenaron en un campamento cerca de Corintio. Rápidamente, mis superiores se percataron de mis cualidades. Tenía una gran capacidad para el liderazgo y el combate. Era el más ágil, más fuerte, nunca caía enfermo, resistía todas las dificultades, me levantaba cuando todos estaban en el suelo, bajo mis pies. También notaron mis nociones estratégicas innatas y un sentido de la supervivencia que me ha hecho llegar hasta donde estoy ahora.

Sangre bárbara corre por mis venas, mi padre lo era. Mi cuerpo robusto, ojos claros y cabello rubio son prueba de ello. Mi padre tenía sangre bárbara, sus padres lo eran, pero llegó a Roma de pequeño no se sabe cómo y consiguió sobrevivir el sólo. Igual que yo se alistó. No llegué a conocerlo. Murió prematuramente en batalla, mi padre era de los que no conocía la retirada, su testarudez ganó a su prudencia y entre 5 bárbaros acabaron con él, no sin antes llevarse a 3 de ellos con él. Su herencia es su carácter. Mi anterior comandante lo conoció personalmente y me contó lo que acabo de decir, también me dijo que yo era su vivo retrato, ahora está muerto. Mi madre era romana me crió cómo pudo y hace muchos años que no se nada de ella.

Aunque sea hombre de armas también me gusta leer y escribir, cosa rara por aquí. En cuanto a mí persona creo que ya he contado mas que suficiente. Ahora voy a relatar la vida y muerte de mis hombres. Como vivieron, y también como murieron y porque. Los héroes de la séptima Legión. Esta es su historia…
Albert

Pablo

Le caía una larga melena cuando sus ojos rojos de demonio brillaron al conjurar el hechizo de engaño más elaborado que nadi había viso nunca. Era un hombre poderoso e inteligente, pero tenía un ego del tamaño de una montaña. Su vida había sido una lluvia continua de elogios y ahora estaba disfrazado de humano en una nueva ciudad y teniendo que ocultar sus poderes. Su cuerpo real estaba formado por lava fundida y un pelo de llamas calentaba el aire alrededor de sus ojos de esmeralda. En su forma real podía conseguir lo que quisiera con su magia, pero en su forma humana solo era capaz de manipular las mentes de las personas de las que supiera el nombre. Le quedaban 15 años de castigo en la tierra superior humana cuando descubrió como regresar a su forma original a placer .

David

Mirando hacia atrás

Los primeros luceros de la mañana comenzaban a despuntar semivelados tras la espesa cortina de agua que descargaba su furia sobre la ciudad, arrancando a las diminutas gotas reflejos centelleantes que proyectaban tímidamente sus variadas tonalidades sobre el pavimento grisáceo de la avenida central. Todo transcurría con acompasada rutina mientras el reloj de la plaza anunciaba con sonoridad lejana las siete campanadas y los niños interrumpían curiosos su presuroso andar hacia la escuela deteniéndose a contemplar las imágenes que rutilaban inseguras sobre la turbia superficie de los charcos, admirando con detalle universos de cristal invisiblemente desconocidos entre aquellos que rompían inconscientemente las imágenes con sus botas de agua indicando que su presto recorrido por la vida les impide comprender una realidad que para ellos nunca existió, como tantos otros que pasamos nuestros años corriendo desde un lugar hacia otro sin saber exactamente cómo ni por qué, despreciando instantes cuya belleza nunca aceptamos posibilitarnos conocer. Y sin embargo, pese a la aparente normalidad cotidiana manifiesta en aquella lluviosa mañana helada de otoño, algo no sería igual para una de tantas personas que recorrían con paso apresurado los escasos metros que distaban de la rojiza cancela del colegio sobre cuya superficie las gotas de agua se deslizaban rápidamente trazando figuras imposibles en la gastada cubierta metálica del portón: comenzaba el último año de docencia para Elisa, la anciana maestra más conocida en la ciudad.
La profesora caminaba distraída con la mirada prendida en el luminoso horizonte mientras sus pisadas ajustaban inconscientemente su ritmo a un metódico compás, de forma que no tomó conciencia del lugar en que se encontraba hasta que se halló sentada en aquella mesa tan ajada y familiar desde la cual durante una treintena de años había observado suspirante el austero reloj situado sobre la blanqueada pared opuesta aguardando con suplicante mirada la liberadora campanada tan deseada por todos aquellos enseñantes carentes de vocación cuya media vida transcurre esperando con indebido anhelo la finalización de su irritante jornada laboral. Fue entonces cuando se dio cuenta de que iniciaba con ese instante su último año de docencia y que no habría jamás para ella otro día igual, otro comienzo de curso donde conocer a la veintena de alumnos cuyos conocimientos tendría durante nueve largos meses la obligación de incrementar. ¿O quizá no sólo eso? Un pensamiento cruzó raudo su mente cual un relámpago mientras observaba detenidamente los rostros de los inocentes niños que mantenían un expectante silencio tras sus pupitres: tal vez, en su deseo de convertirse en la maestra más querida y apreciada por todos, hubiese precisamente obviado durante tantos años una infinidad de oportunidades y obligaciones que habría sido su deber cumplir, olvidando sus propios principios e ilusiones por los de todos aquellos cuya aprobación ansiaba tan afanosamente conseguir. ¿Consistiría tan sólo su obligación en lograr que aquellos niños aprendiesen o habría debido enseñarles a disfrutar haciéndolo cuando ella ya no estuviese para ayudarles? Y comprendo inmensamente su inquietante pregunta, pues también yo me hube encontrado algún lejano día en las postrimerías de mi carrera educativa lamentando haber cometido ese error tan humano consistente en darse cuenta de todo cuando inexplicablemente es ya demasiado tarde y el desolador correr irrevocable del tiempo no consiente en volver atrás.
La jornada transcurrió con insólita rapidez y Elisa se sorprendió comprobando que por primera vez hubiese deseado retrasar el inquebrantable ritmo del susurrante reloj no viéndose así obligada a escuchar con aquella inusitada prontitud maléfica la anteriormente ansiada campanada portadora de liberación en tiempos pretéritos mientras lo era ahora de silenciosa condena. El aula quedó sumida en una paulatina tranquilidad mientras la anciana maestra permanecía ante la pizarra observando con reflexivo interés el reloj que musitaba su eterno murmullo desde el extremo opuesto de la habitación, desafiándola a comprender en qué había derrochado el precioso tiempo de su valiosa vida. Y entonces, en aquel preciso instante, un rayo de lucidez iluminó la dubitativa mente de la septuagenaria profesora con devastadora claridad: Elisa recogió con decisión sus libros mientras salía a la calle resuelta a afrontar definitivamente la vida con valor y decisión. Al fin, libre. Al fin, su vida.

Semana 4: La voz del destino

De nuevo, ¡nueva semana!. Esta vez os pido un ejercicio un tanto peliagudo, ¿de qué seréis capaces de escribir?.


Laura y sus locuras

Eran las 3 y media de la tarde del sábado, Laura se preparaba para salir con sus amigos por el pueblo para dar una vuelta.

Se hacen las 5 y media y Laura sale de casa, llevo observándola todo el camino y la notaba rara, como si notara que la estoy siguiendo, pero no me ve. Sé que piensa que alguien la sigue, pero a la vez piensa que son paranoias suyas, que todo se lo está imaginando y que es imposible que alguien la siga, porque en lo que llevamos de camino se ha girado cuatro veces.

Cuando por fin llega a su destino (la plaza) se olvida del tema por unas horas, porque las distracciones de sus amigos la mantienen ocupada y no le dan espacio para que piense en lo ocurrido, pero cuando se empiezan a aburrir ella vuelve a pensar en lo sucedido, piensa que porqué tenía el presentimiento de que alguien la seguía.

Bueno, yo me llamo Zulema y soy su hermana menor. Puedo percibir todo lo que siente, lo que piensa, etc.

Es una historia muy larga, asi que no la contare ahora, el caso es que por primera vez en dos años, ella se da cuenta de que algo la sigue, pero ¿por qué ahora? ¿Qué he hecho mal?

El caso es que la llevo siguiendo toda la tarde, se todos sus secretos, es una niña con piel de cordero pero por dentro es un demonio de los pies a la cabeza. Pero esta vez, se ha metido en un lío muy gordo, el viernes por la mañana decidió saltarse la clase para irse con sus amigos porque pasaba de estar en clase. Y decidieron que sería “divertido” atracar un banco, porque necesitaban el dinero. Cuando llegaron al banco eran 6 personas de talla inferior a la de los demás que decidían robar todo el dinero de una sucursal bancaria. (Sé que suena ridículo, pero, así es)

Cuando ya tenían las chaquetas puestas y las capuchas que les tapaban toda la cara, decidieron entrar. Empezaron a decir que les dieran el dinero, que si se resistían les harían daño, vamos, lo típico de un atraco, pero no por adolescentes de 15 años.

Pero en un despiste de uno de ellos, el director de la sucursal que en ese momento estaba allí le quito la capucha a uno de los miembros y vio que era un “crio”. Dos de ellos lograron escapar por una puerta trasera y no se les reconoció, pero a los cuatro que se quedaron (incluida Laura) les descubrieron. Llamaron a la policía y se montó una inimaginable. Cuando la policía llego a casa con Laura esposada, papá y mamá alucinaron. Creían que todo era un malentendido y que era imposible que su hija hiciera esas barbaridades.

Lo que me parece increíble es que la hayan dejado salir después de hacer esa locura, pero creo que mis padres empiezan a pasar ya de ella, le han dicho que si ella quiere ser un desastre, allá ella, que si quiere ser un desperdicio humano, allá ella, que si no quiere ser nada en la vida, allá ella, pero que a ellos no les compliquen la vida. La bronca fue monumental, pero al fin y al cabo se saco algo en claro: que papá y mamá pasan de Laura y que puede hacer lo que le dé la gana.

A Laura le quedan 3 años para ser mayor de edad y poder independizarse, pero hasta entonces, se tendrá que poner las pilas, en casa tiene que ayudar el triple de lo que ayudaba antes. Eso como castigo, ya ves tú.

Martes:

Laura se ha empezado a hacer muy rara, se ha hecho un piercing en los labios y en la lengua. Cada vez llega más tarde a casa, y sus estudios van empeorando. Pero a papá y a mamá les da más o menos igual, pero aun así, le siguen echando broncas a punta pala.

Miércoles:

Laura ha desaparecido, mamá ha llamado al instituto y dicen que hoy no ha ido, y a casa no ha llegado, son las 9 y media de la noche y Laura no está. Yo sé donde está. Se ha metido en casa de su novio porque no soporta más la situación familiar. Pero no sé como contactar con ellos para decirles que Laura está bien, ahora la que lo tiene difícil, soy yo.

Jueves:

Laura ha aparecido. Gracias a mí. Deje un papel encima de la mesa diciendo que registraran en la casa del novio. Fueron papá y mamá a revisar y la encontraron allí, en un cuchitril de casa llena de suciedad y trastos viejos.

Viernes:

La situación esta empeorando y mis padres están pensando en mandar a Laura a un internado, y se va el domingo, tiene dos días para prepararse la maleta… espero que le vaya bien.

Iba paseando por la calle

Como todos los días, iba paseando por la calle. Un domingo, soleado, con una temperatura suficiente para ir en manga corta pero excesiva para llevar una chaqueta. ¡Ah! ¡Cómo me gusta la primavera! Los pájaros cantaban, los árboles estaban siempre verdes…pero, ¿qué hacía ese hombre ahí?

Un mendigo estaba pidiendo en la calle, con un cartel que ponía: “Mi muger es paralitica, y no puedo darnos comida a ninguno los dos”.

Hasta en el cartel se veía su pobreza (nadie que supiera un nivel mínimo de escritura escribiría eso) así que me acerqué a mirar. No me hizo falta nada más que su mirada. Ahí pude ver todo lo que le había pasado a ese hombre: su mujer, él y sus dos hijos eran felices, dentro de la pobreza, hasta que les llegó una orden de desahucio. Ellos quisieron oponerse, pero no pudieron, porque derrumbaron la casa, dándole un golpe a su mujer en la espina dorsal. Después de esto, fueron a reclamar al juzgado, donde lo único que consiguieron fue que se llevaran a sus hijos, porque no tenían hogar.

Ese era él, y me senté a su lado a pedir: Francisco, mi antiguo vecino, se merecía lo mejor.

Sergio y Max

Sergio ya no sabía dónde buscar mas a su amigo Max : había ido a todos los sitios que solía frecuentar y no lo había encontrado . De pequeños , siempre quedaban en una pequeña y tranquila plazuela donde se podía oír el trino de los pájaros y el borboteo de la fuente . No hacía falta que se dijeran cuando , sino que cuando uno no encontraba al otro , ya sabía donde hacerlo . Pero en esta ocasión no era así .
De pronto se encontró con un hombre con gabardina y sombrero negro , de mediana edad , que se sorprendió al ver a Sergio .

- ¿ Tú eres Sergio ? – Preguntó el hombre .

- Sí – respondió el niño , sin caer en que no conocía al hombre y que no tenía ni idea de cómo sabía su nombre .

- Tengo entendido que estás buscando a tu amigo
- Así es , y no se donde está .
- Eso es obvio , aunque en realidad sí lo sabes .
- No – sentenció Sergio , aunque de pronto su rostro se iluminó , porque las palabras del anciano habían tenido en él un efecto muy raro , efecto , que le dio una idea .
- ¿ Es posible que … ? – pero nadie contestó . En el lugar donde había estado el hombre solo había un montoncito de polvo . Pero no le importó , ya sabía dónde buscar . Y se dirigió al taller abandonado .
Hace algunos meses , por una discusión minúscula , habían ido a ese taller , y descubierto algo insólito , que no contaron a nadie . Pero desde entonces , Max no había dejado de decir que el taller estaba encantado o algo así . Sergio , como persona razonable , no compartió su opinión , pues pensaba que la variación del precio era un efecto de luz o algo parecido y ahora más que nunca , empezaba a pensar que la obsesión de su amigo llegaba demasiado lejos .
Se detuvo frente a la puerta del taller y se dirigió al lugar de las bicicletas en venta . En lugar del precio , había una nota , una nota firmada por Max :
“ Hola Sergio :
Desde el primer momento en el que entré aquí supe que algo me impediría salir , y escribí esta nota , y también sabía que vendrías buscándome . Quiero pedirte que si no me encuentras aquí salgas corriendo de este horrible lugar , pero no sin antes mirar el precio de todas las bicicletas , y rezar porque tu nombre no esté en uno de ellos .
Max ”

Sergio miró los precios , parecían normales , pero en uno leyó “ Reservado para Max Montero ” y en otro “ Reservado para Sergio López ” . Pero lo más inquietante fue que al lado del cartel con el nombre de Max , un montoncito de polvo , idéntico al que vio tras hablar con el hombre , y que al lado de su cartel se iba formando misteriosamente otro igual . Con horror , Sergio descubrió que cuanto más polvo había , más desaparecía su cuerpo . Rápidamente , e intuyendo lo que iba a pasar , se dispuso a esparcir el polvo , pero vio que sus manos habían desaparecido . Y salió corriendo hacia la puerta , no sin antes tropezar con un libro . Mientras corría , no se dio cuenta de que a sus espaldas , el taller estaba despareciendo también . Sergio , sin saber por qué , cogió el libro , y fue a la plazuela . Allí , más tranquilo , examinó el ejemplar : era un libro sobre fenómenos paranormales , probablemente de Max . Vio que tenía un marca páginas , lo abrió y vio que en esa página se hablaba sobre edificios abandonados que se tragaban a personas y luego desparecían , de que era casi imposible escapar de ellos , y de que , si se quería salvar a alguien , se debía obtener el rastro que había dejado esta , pues no desparecían completamente , sino que siempre dejaban algo antes de evaporarse . Sergio pensó que no podía recuperar ese polvo que había dejado su amigo porque el taller se había evaporado . Pero ,¿ y si el polvo que hubiera dejado el hombre sirviera ? No tenía nada que perder . Se dirigió a donde encontró al hombre horas antes , y dio gracias al cielo porque aún seguía ahí , y tan pronto como lo tomó en sus manos Max apareció . Eufóricos , los dos amigos se abrazaron .

¿ Dónde has estado ? – Preguntó horas después Sergio .
- No lo sé , pero recuerdo que tras escribir la nota y ver mi nombre comencé a desaparecer y horas después llegaste tú y te veía y te gritaba pero al parecer no me oías y vi como comenzaste a desaparecer , pero saliste corriendo y te salvaste .
Y tras esa conversación , los dos amigos no volvieron a entrar en ningún edificio abandonado ni a jugar a “ detectives ” . Ya habían tenido suficiente , y , sin que ellos lo supieran , en otro punto del mundo aparecía el taller , deseoso de nuevas víctimas .
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