Semana 12: Final del Taller de Narrativa

12 son las semanas que hemos estado desenseñando a desaprender cómo se describen las cosas... La esponja de palabras está hasta arriba pero ¡aún tiene capacidad de absorber vuestros últimos relatos!.

Y no olvidarse jamás que NUNCA TE ACOSTARÁS SIN SABER UNA COSA MÁS.

Semana 11: El esqueleto de la historia

A partir de una lista de posibles acciones, tenéis que elegir unas cuantas y relacionarlas de manera que le deis cuerpo a una trama hecha y derecha. A partir de ahí, escribiréis un relato. A ver así, de un mismo conjunto común de hechos cuántas y qué diferentes narraciones podemos construir. ¡Adelante!

50€

En la húmeda región de Galicia, Rocío miraba la lluvia por la ventana se preguntaba cuando pararía el temporal. De repente, llamaron a la puerta. Rocío no se lo pensó dos veces, fue a abrir. Tal fue la sorpresa que se llevó que estuvo a punto de desmayarse: la que había llamado: ¡Era su propia figura! Pero no, tras recomponerse del susto, vio que lo que tenía delante era un espejo, y tras ese espejo había un hombre enfundado en un mono azul.

- ¿ Rocío Márquez ? Aquí tiene su espejo. Firme aquí

- Yo no he pedido…Pero al ver aquél prodigio de orfebrería quedó maravillada de él – Ah sí … el espejo, ya recuerdo, bien ¿ Dónde tengo que firmar ?

Algunas semanas después…

- ¿ Esta vez ha sido en una heladería ? – preguntó el agente Ismael a su compañero

- Sí, el atraco, no ha sido en un banco como las otras seis veces, pero esta vez la hemos cogido. La he interrogado, pero no dice nada.

- ¿ Te refieres a Rocío Márquez, no ?

- Sí, sólo me queda ir a su casa a ver si encuentro algo que me diga por qué siempre deja esos dichosos espejos en los lugares.

- Oye, si quieres me pasas el caso

- No creo que puedas.50euros a que no.

Hecho y a ver si dejas de fumar, que has llenado todo el portal de humo.

Tras abrir la puerta de la casa con la llave que le habían proporcionado, Ismael entro en la casa. No vio nada anormal, así que fue a salir cuando se fijo en un espejo que había cerca de él. Él que lo había hecho, le había puesto empeño. Recorrió la el interior de la casa con la mirada y se preguntó si no sería un error irse tan pronto. Volvió a echar un vistazo, y encontró en un ordenador la página web de una enciclopedia online tenía al espejo como artículo, y subrayado estaba “ De las muchas atribuciones místicas que han recibido los espejos, destaca la de la relación con el alma y la manipulación de las intenciones ” A Ismael le chocó esto, desde que vio el espejo por vez primera, pensó “ Menudo espejo, seguro uqe con el dinero se lo ha podido permitir ” , pero ahora empezaba a encajar las piezas de un enorme puzle que clamaba ser completado.

A partir de ahí, Ismael abrió una investigación que tuvo muchos argumentos en contra por parte de los más escépticos, pero que dio sus frutos: Al enterarse Rocío de lo que Ismael había descubierto habló, y le confesó que aquél espejo la atormentaba y que aún así, sentía que no podía deshacerse de él. Ismael tuvo su versión en cuenta, pero no podía soltarla por eso.

Así que la próxima vez que vio a su compañero, le dijo:
- Toma tus dichosos 50 euros

Bombero en la heladería

-¡Vaya día!- dijo Alberto, bombero de la zona. –Con tanta lluvia, hemos tenido que entrar a una casa inundada para salvar a una familia entera-

-Pero… lo habéis conseguido, ¿no?- inquirió su mujer, Ángela. –Pues con eso a mí me basta, la verdad. Imagínalo: sin vosotros, esa familia estaría ya en la tumba-

-¡El cartero!- se escuchó una voz en la puerta

-Cariño, anda, ve y abre la puerta, que están llamando. Yo no puedo ni moverme, voy a estar todo lo que queda de la noche leyendo el periódico en el sofá!- le pidió Alberto a su mujer.

-Vale, voy- Abrió la puerta, y cogió el correo que le tenía el cartero. También le dio una buena propina, ya que el mal tiempo que hay hacía más duro su trabajo. –Tenemos tres cartas, pero dos de ellas son facturas. Voy a abrir la otra, es para mí-

-De acuerdo, pero intenta no gritar mucho, mejor dejo de leer y me pongo a dormir un poco-
Ángela comenzó a leer la carta:

Querida Ángela:

¿Te acuerdas de mí? Soy Chloe, tu amiga de la facultad. Llevamos muchísimo tiempo sin vernos la pandilla entera. He decidido (por mi cuenta, sin preguntar a nadie, como en los viejos tiempos) que quedemos hoy en una heladería, “Delicias congeladas”, para darle una sorpresa a Julia. Sé que trabaja allí, y… ¡hoy es su cumpleaños! Espero que te guste la idea.

Besos: Chloe.
P.D. También es un bar, así que vamos a cenar allí.

-Vaya, Chloe sigue como siempre- pensó Ángela- pero tiene razón, llevo mucho sin verlas. Eramos inseparables… ¡está decidido! Hoy ceno fuera-

Ángela salió corriendo hasta su habitación, y se arregló: cogió su mejor vestido de un color crema sin mangas, con una elegante rebeca, unos zapatos de tacón, y un bolso de piel, los tres de color marrón chocolate. Cogió el paraguas, y se fue.

Cuando llegó a la heladería, Chloe salió corriendo hacia ella y le dio un abrazo

-¡Pero que guapa vienes!- exclamó Chloe. –Veo que a ti los años no te dejan marca…-

-¿Qué dices? ¿Tú te has visto? Pero si estás increíble. ¡Parece como si tuvieras 20 años!- dijo Ángela, y ambas se pusieron a reír- Te he echado de menos-

-¡Venga ya! No te pongas melancólica. Pero es normal, quién no me va a echar en falta, si era la mejor del grupo: la que os guiaba, la más guapa…- dijo entre carcajadas Choe.

-Si… ¡y la más modesta!- Chloe tenía una risa contagiosa.

-Bueno… ¿entramos? Estoy deseando ver la cara de Julia-

-Vale, entremos: se me había olvidado que también eras la más impaciente: veo que las cosas no cambian con el tiempo, ¿no?-

Ambas entraron, y, tras esperar una cola enorme, se quedaron mirando a Julia en la barra.

-Hola, buenas noches. ¿Qué desea? Tenemos postres que os dejarán “heladas”- dijo Julia, con una monotonía que aburría a cualquiera.

-Pues mira, queremos… ¿un pastel de cumpleaños para la compañera más aburrida del grupo?- dijeron Ángela y Chloe al unísono

-¿Eh?… ¡Chicas!-Julia estaba sorprendida

-¡Feliz cumpleaños! ¿Tienes una mesa libre para una cena de tres?- preguntó Chloe, era la que más hablaba con diferencia de las tres.

-Por supuesto, pero en un cuarto de hora, que es cuando me dan el descanso, y así podremos charlar y…

-¡TODO EL MUNDO AL SUELO, ESTO ES UN ATRACO!-gritó un hombre que acababa de entrar.

Tras muchos gritos, disparó contra el techo y entonces todos se callaron y se tumbaron en el suelo.

-¡Tú! ¡La de la barra! ¡Ya puedes llenarme ésta bolsa con todo el dinero de la caja!. ¡AHORA!-

-Voy, voy- gimoteó Julia, asustada. Precisamente en su cumpleaños…

Empezó a llenar la caja, cuando Ángela vio a alguien acercándose sigiloso por detrás al ladrón. Ese… ¡era Alberto! Le dio un golpe en el cuello, y el ladrón cayó al suelo, desvanecido.

Todo el mundo empezó a aplaudirlo, y Ángela salió corriendo a sus brazos

-¿Cómo sabías que nos estaban atracando?- dijo, casi tartamudeando.

-No lo sabía, pero vi la carta que te envió Chloe, y decidí venir también, al fin y al cabo, yo también conocía a Chloe- dijo Alberto, y llamó a la policía para que se llevaran al atracador.

-Mu mu muchísimas gracias, Alberto- suspiró Julia. –No se cómo agradecértelo…-

-Pues… ¿cogiendo mejor una mesa para cuatro, quizás?- bromeó Alberto.

-Por mí, vale, pero no se si mi jefe…- se lamentó Julia

¿Qué?-preguntó sorprendido el jefe de la heladería, saliendo de la cocina- ¿Qué vamos a tener que hacer esperar a nuestro héroe? ¡Una mesa, pero ya! ¡Y gratis!- gritó-Tranquila Julia, vete con ellos, que invito yo.

-¡Qué buen regalo de cumpleaños!-exclamó Julia, sofocada, y todos rieron.

Mercado

-Carlos me voy al mercado- se despidió su madre

-¡espera que te acompaño!-grito Carlos desde el piso de arriba, acto seguido se metió en su habitación y se puso su gorra, aquel día hacía mucho calor.

-Vamos cariño que se hace tarde- le apremio su madre.

Carlos vivía con sus padres en un pequeño piso en el centro de un gran pueblo, casi tan grande como una cuidad, como cada domingo su madre se disponía a ir al mercado, que tenia las mejores legumbres y verduras de toda la comarca. Salieron de la casa, como siempre todas las calles estaban abarrotadas de gente que iba al mismo lugar que ello o que volvía de comprar la comida del día. Recorrieron plazas y callejuelas que recorrían el pueblo, Carlos se sabía casi todos los atajando memoria y aun viviendo en el pueblo de vez en cuando seguía encontrando algún lugar todavía no explorado con sus amigos.

El mercado estaba a rebosar de gente, Carlos y madre deambularon por los diferentes puestos que lo componían, enseguida su madre paró en una tienda en la que vendían pescado y se puso a hablar con el tendero discutiendo el precio de la merluza, Carlos se acercó a su madre y con gesto arrogante la pidió que le diera algunos euros para poder comprarse algo, su madre dudó un poco, pero al final le dio cinco euros.

-Es tu paga de todo el mes- le advirtió su madre-úsala bien que no te voy dar mas

Carlo se alejó de su madre a través de los puestos y empezó a observar lo que vendían en los distintos tenderetes, había uno de productos hechos de cuero, otro en el que vendían pulseras abalorios muy grandes y otros muchos que no tenían productos muy comunes, como huevos de lagarto o cola de lagartija

-Puaj-se dijo con una mueca de asco. Continúo yendo y viniendo de aquí para a ya sin importarle la hora, lo único de lo que se tenía que preocupar de no perderse pues el mercado llegaba hasta donde alcanzaba la vista, tan grande era que salía del pueblo varios kilómetros. Carlos abandonó la zona en la que se vendían los productos artesanos y llegó a la parte más sombría del mercadillo, allí la gente no charlaba y las personas que compraban tenían todas una pinta muy rara, Carlos quedó fascinado por los productos de los distintos puestos, había joyas bellísimas y muy extrañas también había todo tipo de objetos rotos que no servían para nada: espejos, bolsas, cuadros… Después de un rato de cotillear le llamó la atención un puesto, era una gran tienda de campaña y estaba cerrada, era preciosa, tenía un color morado y adornos dorados y plateados por todas partes, sintió deseos de entra pero se lo pensó dos veces “es de mala educación no pedir permiso” pensé, como si hubiera leiod sis pensamiento la tienda enrolló por si sola pa puerta.

-Hola pequeño ¿quieres entrar?- susurro una voz desde el interior, una mujer menuda salió de entre las sombras -adelante no tengas miedo

-Carlos vaciló, pero al final se dejó convencer por la amable voz de la mujer. La habitación era redonda, perro muy grande, desde fuera parecía mucho más pequeña, sobre la mesa había un sinfín de objetos de aspecto aparentemente vulgar.

.¿Quieres uno?- pregunto la señora

-no gracias… bueno…-dijo Carlos tratando de arecer maleducado

-Cariño no son lo que parecen- dijo la mujer- elige uno y con el tiempo veras lo que puede hacer.

Carlos miró a la mesa, la verdad es que los habría dejado todos allí con mucho gustao pero para no herir los sentimientos de la anciana escogió una bolsa de cuadros, posiblemente la única cosa bonita que había en la mesa. Al cabo de un rato se marchó a su casa, ya era tarde, posiblemente la hora de comer, el cielo se nubló, Carlos apretó el paso, al echar a correr su gorra se le deslizó por la cabeza y calló al suelo “vaya estorbo” pensó y echo la gorra a la bolsa que había adquirido en la tienda, no tardó demasiado en llegar a su casa, entro en la caldeada habitación , sacó la bossa para acoger la gorra y colgarla en algún sitio pero cuando meto la mano en la bolsa no encontró nada “o no mi gorra nueva” se dijo desesperado pues sabía que había costado mucho dinero y sus sus padres se enteraban le castigarían severamente.

A lo largo de los días Carlos fue metiendo más cosas en la bolsa y todas desaparecían misteriosamente, al final llegó a una pequeña y simple conclusión: la bolsa era mágica, y las cosas que caían en ella se perdían “creo que la bruja tenía razón” pensó para sus adentros

Mercado

-¡Ah! ¡Cómo me gusta venir al mercado!- pensé.

Yo, con 9 años, “amaba” estos ratos libres, en los que el olor de las verduras invadía mi olfato, y los colores me dejaban en un estado en el que no podía pensar en otra cosa. La gente pasaba, compraba, se quejaba, regateaba, algunos incluso peleaban, pero yo no: yo estaba quieto observándolo todo. Me llamaban el niño-búho, y con razón: un niño observador y mudo era lo más parecido que podía existir.

De vez en cuando iba fijándome en cada fruta y cada verdura, por entretenimiento (una vez llegué a contar hasta ocho tipos de tomates distintos: maduros, verdes, de rama, de pera…). Pero lo que era aún más divertido era observar a toda la gente con sus distintas ropas: camisas anchas, telas que usábamos para cubrirnos enteros… espera: ese hombre es distinto. Tiene la cara cubierta completamente, y… ¡una pistola!

No lo dudé ni un segundo: cogí un coco que tenía detrás mía y se lo tiré a la cabeza. Premio. Dí de lleno, y el hombre se desmayó. Cuando fueron a ver que le pasaba, vieron la pistola y lo arrestaron. Yo estaba feliz de haber salvado a alguien, pero me llamaron por la espalda:

-¡Oye! ¡A mí me da igual que le hayas dado a un asesino, pero mi fruta no es ninguna bala! ¡Eso lo tienes que pagar!- me gritó el dependiente.

Menos mal que llegó el objetivo del hombre al que le di y me dio dinero para recompensarme, porque si no… pero en el fondo el dependiente tenía razón: miré a mis pies y había millones de piedras perfectas para ser tiradas.

El chico que surgió de entre los árboles

Abrí la puerta, magullada por el tiempo, que conducía al bosque negro y misterioso. Estaba muy nervioso tras dicho encuentro. El animal me perseguía y yo no podía hacer nada. Salté esa valla que tantas veces, en mi infancia, había saltado. Pero esta vez no me esperaba un final feliz. Sabía que esta vez no era mi primo John disfrazado de lobo. Sino un monstruo de 2 metros que había devorado a toda mi familia.

Ese dia de diciembre que había encontrado a mi padre colgado de un árbol, su brazo metido en la boca y triturado. Ese día si que sufrí. ¿De verdad era ese mi destino?¿Acabar huérfano y perseguido por un joven lobo que me quería triturar?

Arasarn quería acabar con mi vida, acabar con todo lo que quería para conquistar el monte Jimkalos. ¡Maldito seas Arasarn! Como un chico rubio, joven y guapo podía ser tal monstruo. Era el demonio personificado.

Abrí los ojos, suerte que en vez de ser perseguido por un lobo, estaba en mi casita, en el monte Jimkalos. Suerte que Arasarn no existía y suerte que…

Miré por la ventana, no me lo podía creer. Un chico joven, rubio y guapo salió de los matorrales. Una estrella negra en un paisaje verde y misterioso, cubierto de pequeños edificios marrones. Era el chico que surgió de entre los árboles, Arasarn…

El cuchillo era grande

El cuchillo era grande, y a mis 6 años ignoraba como el “ tragafuegos” podía hacerlo . En mi tranquilo pueblo que llegara un circo era una fiesta . Incluso cuando ya era mayor seguía admirando a aquella caja de sorpresas que era el circo . Incluso tuve la oportunidad de conocer al “ tragafuegos ” , nos hicimos muy amigos y me llegó a explicar un número en el que tiraba cuchillos a otra persona que estaba apoyada en una especie de muro “ tienes que confiar plenamente en él ” me decía “ si no … mal asunto ” . Pasó el tiempo y una vez fui a verle actuar , sin embrago la persona que iba a ser “ acribillada ” estaba muy enferma y el encargado de otro número me sugirió que yo fuera la persona , así , sin ton ni son , y yo , ingenuo , acepté . Mi amigo se opuso rotundamente , pero el show iba a empezar . Me dio la impresión de que mi amigo tenía algo que decirme , pero no le dio tiempo , y esa vez que salí al escenario , fue mi primera y última vez . Fui un estúpido al no darme cuenta de aquella panda de estafadores que tanto había admirado usaban algún truco ,

Sueños de juventud

Siempre había anhelado viajar.

Aún desde la niñez pasaba las tardes contemplando la inmensidad del océano desde su ventana e imaginando cómo serían las tierras que aguardaban, deseando que alguien quisiera atreverse a descubrirlas, tras aquella vasta extensión de agua lejana e inalcanzable sobre cuya superficie proyectaba el disco solar hermosos reflejos cuando acudía a ocultarse bajo el horizonte todas las noches. Y hacía ya años que Matías esperaba con ansia inexplicable durante cada cumpleaños el feliz momento en que la tarta se partía, confirmando que ya quedaba menos tiempo para que su edad no le impidiera nunca más cumplir sus ilusiones.

Mas el momento llegó. Llegó como llega todo para quienes saben esperar luchando y darse cuenta de que sus más profundos sueños son lo importante. Finalmente hubo de arribar el maravilloso día en que Matías logró apagar las dieciocho velas de su tarta de cumpleaños; y tras él, el momento donde obtuvo su primer trabajo. A pesar del paso de los años, el joven nunca habría de consentir en abandonar su sueño: durante las merecidas vacaciones tras su primer año laboral, Matías partió.

El viaje prometía ser largo, así que Matías optó por abandonarse al sueño desde la aridez de aquel incómodo asiento compartido de avión. Sin embargo, al abrir los párpados de nuevo quiso por unos instantes creer que su mente vagaba aún por los sublimes dominios oníricos y la visión que se ofrecía ante sus ojos conformaba realmente una ilusión. El aparato sobrevolaba un turbulento río que discurría sorteando innumerables obstáculos o lanzando su caudal en saltos imposibles hasta desembocar en el océano azul que acababan de cruzar. No fue hasta varios minutos tras el aterrizaje cuando aquella visión abandonó la cautivada mente de Matías, permitiéndole dilucidar la inquisitiva mirada que una áspera azafata le obsequiaba desde el corredor en un patente reproche silencioso ante su torpe tardanza e inmovilidad. Aturdido, desabrochó el cinturón de seguridad y corrió hacia el exterior, donde una súbita ráfaga de aire helado y puro le lamió el rostro arrancando a su faz una sonrisa: ¡qué comparación posible con el viciado ambiente contaminado reinante en la eterna prisión de su ciudad!

Durante semanas el joven disfrutó, como nunca antes lo había hecho, no de un plácido descanso desde los cómodos hoteles ubicados en la más próxima localidad, sino de días en los que el reposo quedaba relegado a aquellas escasas horas durante las cuales la luz exterior no permitía distinguir más que estrellas sobre el cielo y oscuras sombras en la pared. Pero el calendario apremiaba, y restaba ya tan sólo un rincón por explorar en aquel lugar. Cuando apenas despuntaban las primeras luces tras el rojizo horizonte de la mañana, Matías aguardaba ya despierto en su cama; en pocos minutos, se encontraba vestido y ávidamente preparado para iniciar la última excursión antes de regresar a su país, pues el vuelo reservado al comenzar el viaje despegaría rumbo este a las diez y media de aquella noche.

Primeramente había considerado dedicar su último día de libertad a repasar sus lugares preferidos de entre todos los que había visitado durante semanas, pero su deseo de navegar por aquel río hermoso que le había llamado desde el aire a contemplarle fue suficiente para vencer sus anteriores designios y conducirle hasta aquel lugar. Tras varias horas de caminata, se encontraba ante el sinuoso cauce del bello río causante de sus anhelos.

Rápidamente dispuso la piragua de alquiler que había adquirido durante la mañana y comenzó a navegar por los torrentes de agua que ondeaban haciendo vibrar la embarcación deportiva bajo sus pies. Matías se sentía feliz y sonreía chillando de alegría ante cada inesperado impulso proporcionado por el río: ¡sus más firmes deseos serían cumplidos! ¡Nadie podría evitarlo al fin!

El joven atravesaba una sección del río cuya ribera resplandecía enmarcada por espesas filas de chopos que parecían elevarse hasta tocar el sol. Matías navegaba contemplando distraídamente las algodonadas nubes que poblaban el cielo, hasta que un súbito sonido seco bajo el fondo de la embarcación le obligó a descender la mirada. Apenas su rostro empezaba a reflejar amagos de preocupación cuando un segundo estruendo transformó su expresión en una mueca de terror: un lomo rugoso comenzó a emerger sobre las aguas mientras la canoa se inundaba descendiendo con paulatino siseo hacia las profundidades. Cuando iniciaba su primera y última inmersión bajo la cristalina superficie del río, Matías comprendió que aquel hermoso paisaje sería al fin hogar de su último destino.

CAMINO


Llevaba mucho tiempo deseando que llegara ese momento, el día más feliz de lo que llevaba de vida. Tocaba la excursión de navidad, y como siempre íbamos toda la clase, incluido él. Yo era tan feliz porque iba a estar a su lado, verle como reía, como era feliz con sus amigos, y sobre todo, como era yo feliz viéndole.

La excursión era por la montaña, teníamos que ir abrigados, porque no hace falta decir que ¡hacía un frio…! Cuando llegamos al instituto nos dijeron que nos dirigiéramos al autobús que nos conduciría al bosque en casi pleno invierno.

Una vez en el autobús me senté delante de él, íbamos todo el viaje hablando, de lo que sea, yo con tal de hablar con la persona que mas amaba en el mundo haría cualquier cosa, él me preguntaba muchas cosas, que si me gustaba alguien, y yo siempre le respondía un: no te lo puedo decir…

Cuando llegamos a la montaña él me abrazó. Sin dirigir palabra, siguió sus impulsos. Yo me quedé extrañada. ¡Fue tan bonito! Yo estaba flotando entre sus brazos, oler su perfume, su chaqueta, ¡todo! Seguimos todo el camino juntos, uno al lado del otro, tan felices los dos.

A la hora de comer, paramos en una explanada que había por esas montañas inhumanas. Los dos teníamos el bocadillo de lo mismo, aunque había gente que se traía la comida en un tuperware.

Comenzamos a subir por la montaña y a observar la zona. Todo fue muy romántico, y le dije: tengo frío… y me dio otro abrazo.

Luego paramos para descansar en un camino con los árboles caídos, que todos nos quedamos asombrados de lo bonito que era ese lugar. Magnífico, precioso, y mas determinantes son las palabras para describirlo. Destellaba amor, felicidad, alegría… Y comiendo a su lado, espero a que se fueran todos, o que avanzaran y nos quedamos solos al final de la cola, y se declaró. Nos dimos un beso y fuimos el resto del camino cogidos de la mano. Le quiero.

CAMINO

Circulaban deprisa, como si llegasen tarde a cita muy importante, pero no era así. Llevaban consigo algo de ropa, dinero, toda la vida por delante y un deseo en el alma, viajar rumbo al horizonte, ajenos al mundo, con toda la ilusión que podían albergar sus jóvenes corazones.

Una pareja como cualquier otra a simple vista, pero para ellos eran únicos y nadie podía comprenderlos, por eso marcharon sin avisar, necesitaban desconectar, estar juntos y nada más una buena temporada. Los exámenes y la fatigosa rutina les empujaban a hacerlo.

Partieron hacia el sur, querían calor, playa y mojitos. Jane miraba el mapa con el ceño fruncido, la playa quedaba lejos aún y le apetecía un buen baño. Vieron como emergía un camino de entre los árboles, por la dirección que tomaba parecía un buen atajo, con suerte llegaran más pronto a la playa de lo que esperaban y acortaban por ahí. Así que Leo, sin pensárselo dos veces giró a la derecha y se adentraron en el camino. Todavía no sabían que acababan de cometer el error más grande de sus vidas.

Pasaron las horas, Leo miraba nervioso el indicador de gasolina, no acababa de entenderlo, deberían de haber cruzado el bosque hacía ya largo rato, sin embargo parecía que el camino no acabara nunca. El sol se colaba por entre las ramas de los árboles secos que restaban firmes a los dos bordes de la calzada. A Jane le parecía como si no avanzaran, en realidad pensaba que era el bosque el que iba hacia atrás y no ellos hacia delante. Le dio la sensación de que aquel camino no acababa nunca.

Los reflejos de sol cesaron en su empeño de molestar a Leo, se estaba haciendo oscuro y seguían metidos en el mismo camino, el indicador de gasolina estaba en reserva ya. Miró preocupado a Jane, ella estaba refunfuñando y dándole vueltas al mapa con cara de incredulidad. Le pareció que aún y así nunca había visto a una chica tan guapa como ella, eso pensaba cuando de golpe una gran silueta apareció en medio de la carretera. Le dio el tiempo justo de frenar y girar, los árboles detuvieron el coche de golpe.

Jane recobró el conocimiento cuando ya era de noche y avisó a Leo. Juntos y adoloridos bajaron del coche y se dirigieron a la carretera. Un enorme ciervo envuelto en un charco de sangre ocupaba un buen trozo del camino. Jane rompió a llorar, asustada y triste por la muerte del ciervo. Volvieron al coche, había sufrido algunos daños pero todavía le quedaban muchos kilómetros por recorrer. Habían dejado huella en el árbol, ahora todos parecerían iguales excepto ése.

Circularon una hora más y decidieron parar y acampar. Estaban adoloridos, asustados y muy cansados. Después de montar la tienda, se comieron los bocadillos y a dormir.
Algo perturbaba los sueños de Jane, le pareció oír risas de niños pequeños fuera. Pensó que talvez alguien había acampado cerca pero al asomarse no vio ninguna luz. Se metió dentro de la tienda y le contó lo que ocurría a Leo.

Otra vez. Las risas ahora sonaban más fuertes, pero miraban y no había nadie, los dos estaban cada vez mas asustados. Oían hasta los pasos y las respiraciones de los niños, cada vez más cerca… cada vez más. Se abrazaron asustados sin saber que hacer, y de repente las risas sonaron fuera a escasos metros de ellos, algo empezó a zarandear la tienda, a través de las paredes podían ver perfectamente manos apoyadas que movían la tienda.

Sin pensar salieron corriendo, las risas los perseguían. El coche eligió un mal momento para resistirse a arrancar pero les dio tiempo a escapar. Y ahora, más rápido que nunca, huyeron de aquella pesadilla. Viajaron y viajaron y aquel camino no acababa nunca, horas después el viaje llegó a su fin. Se quedaron sin combustible. Salieron del coche maldecir y a dar vueltas alrededor pensando una solución.

Algo llamó la atención a Jane, un árbol. Todos eran iguales pero ése tenía algo diferente, de repente lo entendió. Se dirigió hacia allí y encontró lo que temía, el ciervo muerto. Con lágrimas en los ojos y desesperación en la voz llamó a Leo. Se abrazaron de nuevo, sin saber que hacer. Cayeron al suelo, desconsolados y sucedió de nuevo. Las risas volvieron a sonar, cada vez más cerca.

Mi barrio

Jamás olvidaré el que fue el escenario de mi infancia y que ahora vuelvo a tener presente. Aquél conjunto de engranajes que encajaban con la precisión perfecta y que tenían la poderosa cualidad de que cualquiera que estuviera entre ellos , se sintiera bien: Mi barrio, mi querido barrio, en el que en el sol parecía no ocultarse nunca, en el que se podía respirar alegría, bonanza y buenas intenciones , en el que la gente nunca envejecía... En ese escenario, fue representada la mayor obra de mi vida, los actores, mis amigos y yo , aún jóvenes ,nos dimos cuenta de que apenas sabíamos nada de la vida y de lo mucho que nos quedaba por aprender. Y como si de una ópera se tratase, todo empezó por la obertura: la noche de la tragedia.

Esa noche falleció un vecino del barrio, un hombre muy introvertido, que no tenía amigos, y que según decían, había matado y devorado a miles de niños. Un cuento de viejas para “ Los niños de Sta. Isabel ” una especie de club que habíamos formado mis amigos y yo y al que habíamos bautizado así por llamarse Sta. Isabel nuestra calle. Esa misma noche, comenzamos una pequeña discusión sobre si lo que el vecino ocultaba en la casa era motivo de preocupación o no, que acabó con la victoria del bando que pretendía entrar a husmear en la casa. A mí me tocó hacer guardia en la calle por si alguien nos veía colarnos. Esperé y esperé y oí un grito desesperado y Ángel , el que había entrado dentro junto con los demás, salió con la cara pálida.

- ¡ Lo he matado ! ¡ Lo he matado !
- ¿ Qué has hecho qué ?
- Me lo encontré en la cocina, al verme se asustó, se desmayó y dejó de respirar.
- Llamemos a una ambulancia.
- ¡ No ! No , no por favor no lo hagas, te lo pido, si me vuelven a coger voy derechito a Girona.

Y así, por amistad, cometí uno de los errores mas grandes de mi vida.En cuanto a losdemás,no los volví a ver. En realidad sí, pero sería una pérdida de tiempo hablar de vidas destrozadas ahora que me queda poco. Los hechos en los que ellos aparecen no son relevantes para esta historia, así que , estimado lector , te ruego olvídate de ellos.

Ya con mis 32 años cumplidos, acepté en París un puesto de botones en un hotel, y cuando este se declaró en bancarrota ,decidí volver a España y allí, en mi barrio, en sus luminosas calles y sus balcones, descubrí que aún tenía cuentas pendientes con el destino. Todo había cambiado, el pueblo había aumentado su población y disminuido su buena reputación. Lejos de ser lo que antes era, mi pueblo se había convertido el un centro de rateros, timadores y contrabandistas con los que a menudo se solían producir altercados. En ese ámbito he vivido hasta ahora, he vuelto a ver a Ángel y he conocido a Sara, con la que he tenido un hijo: Max ,que por cierto es muy amigo de Sergio, el hijo de Ángel. Hace poco ha venido Sergio preguntando por Max , le he dicho que no sabía donde estaba, aunque de repente se ha iluminado y ha dicho que iba a un taller de no se que.En fin, cosas de niños, nada grave.

El niño que quería morir

-¡Quiero morir!-gritó el niño traumatizado por la separación de sus padres.
Abrió la puerta. Encontró en la alfombrilla el objeto que iba a dar sentido a su vida. Un pequeño cuadrado con botones a sus seis lados.
Pero mientras tanto tenía que acabar los deberes de castellano que su odiado profesor le había mandado.
Abrió el libro y encontro una pequeña nota :
« El XPRAGEL puede ser peligroso »
¿Xpragel? Nunca habia oido hablar de eso.

Había acabado sus deberes cuando se oyó un estruendo. Bajó a la sala y vió a todas las personas que odiaba colgadas en el salón incluidas su padre y su madre

-¡No! , ¡Quiero morir!. Gritó el niño.
-El niño dice « quiero morir »-dijo la máquina.

La máquina explotó y nunca se oyó hablar más de James Coey, el niño que quería morir.

Esponja de palabras es el blog del curso online Taller de Narrativa: durante 12 semanas absorberemos y escupiremos lo que vayamos trabajando en nuestro taller. ¡Bienvenido!
 
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